El tiempo erosiona inexorablemente su tejido, pero mientras se haya conservado un único hilo éste trasladará más allá de la materia historias de alegría, dolor, felicidad, tristeza y amor.
Cada prenda de vestir contiene una historia real; es lo que cree la artista y restauradora Rositsa Rádeva que desde hace cuatro años se dedica a reparar trajes tradicionales búlgaros autóctonos. Mientras restablece su belleza primaria, por medio de cada puntada y adorno se empapa de las emociones entretejidas en la vestimenta. Fue así cómo un día se sumergió en el destino extraordinario de una mujer de Chepelare, en el sur de Bulgaria, cuyo atuendo le reveló una vida que conoció el amor trágico que, sin embargo, la haría subir por la escalera del cielo.
Se llamaba Zlata y se desposó en 1914 –cuenta su historia Rositsa Rádeva– . Como cada joven en aquellos años cosió sola su traje de novia. Apenas un año después de la boda, su amado esposo murió en la guerra matado por un proyectil. Ella se quedó viuda y crió sola a su hijo quien un día se convertiría en maestro en Chepelare, y también en el fundador de la famosa orquesta 100 gaitas *kaba. Para que no la obligaran a contraer segundas nupcias, Zlata cortó su traje de novia, porque la leyenda reza que un día, luciéndolo, ascendería al cielo y su amado la reconocería.
Rositsa conoció la historia gracias al sobrino–tataranieto de Zlata de Chepelare, quien llevó al taller de la artista la deteriorada falda de su tía–tatarabuela.
Es así como, restaurando una prenda antigua que se ha conservado hasta hoy en día, conocemos tantos destinos humanos, resume Rositsa Rádeva, que, además, descubrió accidentalmente otra vocación suya. Una vez, una señora le pidió que reparara un *litak para niña al que le faltaba la mayoría de las lentejuelas. Para no tomarlas de un litak femenino, destruyendo de esta manera la prenda, Rositsa durante meses estuvo buscando a un maestro artesano para que cortara los elementos faltantes con la ayuda de un láser. Porque la filosofía de la artista y restauradora es que la reparación se debe hacer usando sólo materiales auténticos.
Lo hago todo a mano, como se hacía antaño, porque la intervención no se debe notar –explica Rositsa– . De esta manera cumplo con la ética de la ciencia de la restauración: lo que se restaura debe revertirse, es decir, si algún día consigo mejor material puedo ampliar lo que he hecho hasta el momento. Es uno de los principios de la restauración; a través de él trato de elevar la actividad de renovar las cosas a un nivel superior a la mera práctica artesanal.
La ropa femenina más antigua a la que la maestra restauradora insufla nueva vida, se remonta a principios del siglo pasado. En cuanto al por qué de la casi ausencia de vestimenta masculina, explica que se debe al hecho de que a los cabeza de familia se les enterraba con sus trajes festivos.
Tanto en el pasado como en la actualidad la gente suele tratar con reverencia los trajes tradicionales autóctonos, considera Rositsa Rádeva.
La indumentaria autóctona está cargada de otro tipo de energía y deja su impronta en la persona que la viste –prosigue– . Yo misma lo siento cuando me pongo mis túnicas de la región de Tracia; me hacen sentir y actuar de manera diferente. Quisiera creer que al lucir tales prendas la gente se transforma y consigue reprimir la agresividad que lleva en sus entrañas.
*La gaita kaba, es decir la gaita grande, es el símbolo de la montaña Ródope y se encuentra sólo en esa zona. Se caracteriza por su sonido más bajo.
*Traje de mujer de la región de Godech, en el centro–oeste de Bulgaria, que consiste de un vestido negro sin mangas, con lentejuelas y cordoncillos, camisa larga o corta con bordado búlgaro y encaje (o sin bordado) y cinturón.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Archivo personal
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