De chiquilla se hizo fotos con las medallas de Jristo Markov, campeón olímpico búlgaro en el salto triple y estuvo soñando con recorrer ella misma el camino estelar del afamado atleta. En sus momentos de ocio, lejos del gimnasio en que se entrenaba, leyó a Alejandro Dumas y se hizo la promesa de desvelar un día los secretos de París.
Hemos visto a Elisabet Paisieva entre los voluntarios en el campeonato mundial de gimnasia rítmica en Sofía. Hace una decena de años la chica aún iba pisando emocionada la alfombra en la sala de competiciones vitoreada por un público en frenesí. En esta ocasión optó por emocionarse “detrás del telón” y así,más bien, observar que actuar.
A la edad de apenas 14 años Elisabet ya había llegado a ser una “chica de oro” que es como se les suele llamar en este país a las gimnastas búlgaras por sus numerosas distinciones de oro y aquel calificativo le acompañaría durante 8 años en el deporte. Tiene en su historial deportivo participaciones en dos JJ.OO.en Atenas y Pekín en varios campeonatos mundiales y europeos, multitud de copas mundiales y un total de 75 medallas en un deporte marcadamente subjetivo en el que son los árbitros quienes predeterminan, en gran medida, el desenlace de la lid.
En los últimos años se han ido imponiendo numerosos cambios en nuestro reglamento, justamente con el fin de evitar este subjetivismo, dice Elisabet pero señala en concreto que siempre se favorece a las gimnastas rusas.
Creo que las gimnastas búlgaras no consiguen sobreponerse a la gran tensión que sienten y que, por muy preparadas que estén, ésta repercute en su actuación. Todas las gimnastas son muy talentosas y esperamos que suban los peldaños de la escalera de honor. De manera que el Campeonato Mundial en el que se han alzado con una medalla de oro, otra de plata y otra más de bronce, ha sido para ellas un buen entrenamiento en su camino hacia los JJ.OO. de Tokio.
Elisaber es sincera diciendo que de niña había sido muy traviesa y hasta llegaba a pelearse con los chicos y que aquel su genio movió a su mamá a llevarla al gimnasio. Así, poco después, Elisabet Paisieva resultaría la gimnasta más joven que actuaría en un campeonato mundial.
Era efectivamente, la participante de más corta edad en Madrid, pero nunca imaginé aquel hecho como algo tan espantoso dice Elisabet.
Para nosotros se trata de un trabajo, desde la mañana hasta la noche nos estamos entrenando en la sala y la gimnasia se convierte en nuestro modo de vida. De hecho, parecemos unos pequeños soldaditos que saben que se van a la guerra para defender su trabajo y el de su entrenadora y, desde luego, conscientes de que han de actuar óptimamente en representación de su país. Recuerdo que en aquel campeonato estaba aquejada por una dura lesión en la planta de uno de mis pies, y mi pierna, por haberse adelgazado uno de sus huesos, casi estaba a punto de sufrir una fractura.
No obstante ello, ya había jurado que lucharía con dientes y uñas porque aspirábamos a obtener una medalla en la clasificación por equipos. Además, bien sabía que los grandes deportistas lograban siempre sobreponerse a toda clase de apuros y reveses, y por eso eran tan buenos y fuertes.
Elisabet afrontó tal trance en el campeonato mundial de Budapest, cuando la lideresa de la selección búlgara, Simona Peycheva fue apartada por dopaje y Elisabet tuvo que cargar con la responsabilidad de liderar la selección búlgara que combatía por conseguir dos cuotas olímpicas. El objetivo quedó cumplido y, además, Elisaber Paisieva consiguió su medalla más preciada, la de bronce en los ejercicios con cinta.
Hoy en día, Elisabet vive como en un cuento de hadas: entrena a pequeñas gimnastas en París, se va perfeccionando en la danza moderna, viaja a campamentos de entrenamiento en diferentes países, contempla desde sus ventanas la torre Eiffel, disfruta de su alma gemela en la ciudad del amor.
En realidad, la historia es muy larga dice Elisabet remontándose al pasado. Cuando actuaba como gimnasta siempre decía que no residiría en el extranjero ni sería entrenadora. Pero, como la vida nos enseña, “nunca digas jamás”. Ya en el cuarto grado de mis estudios en la primaria leí la novela La reina Margot de Alejandro Dumas y desde entonces la magia de París ha persistido en mi fuero interno. Además, solía bromear que un día me gustaría vivir frente a la torre Eiffel. Y, de veras, mi sueño se ha vuelto realidad. Para mí París es la urbe más bella del mundo, a pesar de que adoro Sofía, es una ciudad no sólo rica en historia, en arquitectura, sino una villa en la que continuamente está ocurriendo algo interesante.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Archivo personal
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