¡En Navidad suceden milagros! ¿Cuántas veces repetimos estas palabras en los días del año que se va, esperando que con una varita mágica nuestros dolores, problemas, desesperación extiendan sus alas negras y desaparezcan en la noche? Pero el ser humano que ha estado hace mucho tiempo en el templo, no se asombra de los milagros porque sabe que Dios es omnipotente: Él cura, Él cambia los destinos humanos. Lo verdaderamente milagroso es cuando somos parte de este milagro, dice el padre Vladimir Doichev de la iglesia "San Naum de Ojrid ":
El ajetreo antes de la fiesta de comprar regalos, preparar los platos que pondremos en la mesa, es como si estuviéramos celebrando un cumpleaños sin la persona que cumple años. Como había ocurrido el Hijo de Dios nació y no había lugar para él en la posada, así en nuestra fiesta un tanto histérica nuevamente no hay lugar para Él. Él está ausente de nuestros pensamientos, de nuestros corazones, y en vez de eso, celebramos nuestro propio cumpleaños y nuestro deseo de gozar. Sin nuestro Salvador, sin embargo, no hay verdadera alegría. Vean cómo Dios desciende a la vida del ser humano; no viene como lo hacen los gobernantes impotentes de este mundo, imponiéndose. El Todopoderoso viene en silencio y asiste a la fiesta, esperando que nosotros mismos nos demos cuenta del porqué ha venido. Pero tememos a la destrucción, a nuestro pecado, por los que Dios aceptó bajar a la Tierra.
En la noche tranquila y santa, los niños también esperan sus milagros. ¿Cuántos de ellos, sin embargo, han oído hablar de que San Nicolás de Myra es el que está involucrado con los regalos el milagro del hombre manso que puede ser un modelo a seguir en sus vidas?
Hoy nos gusta decir que la humildad y la abnegación, como Cristo desciende a la Tierra por nuestro bien, es para las personas que no tienen otras cualidades, continúa el padre Vladimir. Pero para los santos, la laboriosidad, la inteligencia y la belleza tienen valor solo si se combinan con la humildad y la belleza. Eso precisamente es lo que tenemos que decirles a los niños y no desde pequeños enseñarles ser ambiciosos para sobrevivir en este mundo y a codazos abrirse camino para subir por la escalera de la vanidad. Digámosle que el ser humano humilde y abnegado, convierte a los demás en eternidad, como lo hace San Nicolás. Por lo tanto, que vivan como eternos, no como temporales, como celestiales y no como terrenales.
Pero, ¿cómo podemos transformar nuestra vida y realizar nuestro propio milagro?
Lo más agotador de todo esto es que apenas hay culpables, todos son tan buenos y píos en Navidad, responde el sacerdote. Y nadie encuentra nada de sí mismo para obsequiar a nuestro Salvador nacido. No encuentra motivo de llorar, de purificarse lo que Jesucristo quiere: ver a los pecadores que desean cambiar . Solo cuando una persona deja de pensar en sí misma y comienza a ver a su prójimo, reinará la paz. Y esta paz podrá llevar a sus portadores a la eternidad.
Es por eso que el único presente que podemos ofrecerle a Dios en este día festivo es nuestra salvación. Él espera que cambiemos. A esta metamorfosis la Iglesia le pone el nombre de arrepentimiento. Debemos buscar precisamente esto, dice el padre Vladimir Doichev.
El milagro del arrepentimiento, el milagro del ser humano manso que logra rechazar el yugo del egoísmo y seguir a Dios. Milagro y lágrimas: una persona llora de felicidad y de tristeza, pero en Navidad, estos dos sentimientos se funden en las lágrimas que llevan la verdadera paz de Cristo. Ni los regalos, ni el centro comercial, ni los juguetes brillantes, nada, al contrario, son precisamente las lágrimas a través de las cuales vemos a Dios y al prójimo con mayor claridad y que son portadores del verdadero valor de la fiesta.
Versión en español por Ludmila Sávova
Fotos: Archivo personal
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