Un año más, el 6 de enero, Epifanía (denominada en Bulgaria también Yordánovden, o sea, Día de Jordán), la ciudad de Kalófer amanecerá bajo el sonido de tambores y gaitas. Por tradición, los hombres locales entrarán a las gélidas aguas del río Tundzha para bailar su insólita danza tradicional festiva. El rito es parte de una tradición ortodoxa acatada en todas las ciudades y aldeas del país, que consiste en organizar una ceremonia de bendición con agua por salud en proximidad de una fuente o embalse. El sacerdote arroja al agua una cruz de plata y los hombres presentes se tiran al agua para sacarla. Todo quien participa en la simbólica “salvación de la Santa Cruz” confía que gozará de excelente salud y de fuerza durante todo el año. Este rito antiguo tiene cientos de adeptos en Kalófer, que cada año, además de entrar a las aguas heladas del Tundzha, se cogen de los brazos para bailar en el río el típico joró masculino famoso en todo el país. Ya al despuntar el alba, los hombres se reúnen en la casa del alcalde de Kalófer, luego el cortejo festivo se dirige al lugar donde cada año se celebra la bendición con agua. En esta pequeña ciudad, ubicada al pie de la Cordillera de los Balkanes, la gente confía que si el manojo de geranio con el que el sacerdote hisopa a la muchedumbre con agua bendita se congela durante el rito, esto presagia salud y fertilidad durante el nuevo año. En Kalófer lo más importante no es quién de los hombres rescatará la cruz –porque ésta se entrega de inmediato al participante más joven en el baile– , sino que, según los vecinos de mayor edad de la localidad, al salir del agua uno se siente como renovado. Además, afirman, nadie nunca se ha resfriado. El rito postula a ser incluido en la Lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la UNESCO, por esto en el último par de años Kalófer es visitado por etnólogos de la Organización para presenciarlo.
El año pasado, los observadores de la UNESCO nos dijeron que el rito sólo debía ser practicado por los habitantes locales. En esto reside la belleza y la originalidad, por lo que merecemos postular a la lista del patrimonio inmaterial. Debido a esta fiesta autóctona, nuestra ciudad es visitada por gran número de turistas, por esto el acontecimiento es socialmente significativo. Este año, el número de grupos organizados de turistas será mayor al registrado en años anteriores. Sé que todos quieren presentar las canciones y las tradiciones de su región, y nadie impedirá que lo hagan pero el rito primero lo deben practicar los locales. Queremos preservar nuestra costumbre para que no desaparezca a causa de la afluencia de turistas que vienen para la fiesta. Recuerdo a los primeros hombres que empezaron a entrar al río con sus gaitas para bailar el joró masculino. Debe de haber sido hace más de 30 años pero se convirtió en una tradición que gusta mucho a la gente. Una vez, hace cierto tiempo, los locales no pudieron entrar al río por el gran número de huéspedes que se habían metido primeros en el Tundzha. Por eso estamos celosos con esta tradición, es nuestra y nuestra ciudad está orgullosa de ella. Nunca hemos invitado a la gente que venga especialmente para la celebración, todo ocurre de forma espontánea. El número de los deseosos de unirse al joró crece de año en año. El ambiente festivo nos une, y todos, de repente, entramos al río. Sólo los de Kalófer sumamos unas 150 personas. Yo, personalmente, participo en este rito desde hace una decena de años. Nunca sentí miedo, al contrario, el estado de ánimo general se apodera de mí, y esto es lo que ayuda más que cualquier otra cosa a que uno se arroje con intrepidez al río sin sentir el frío. En este día el agua es consagrada y hasta el momento nadie ha enfermado. Todos los hombres que se unen al joró se mantienen sanos, llenos de energía y eficientes durante el año.
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