En marzo, el mes en el que celebramos el Día Internacional de las Mujeres y la Anunciación, y también damos la bienvenida a la primavera –al menos en el hemisferio norte– , en la Casa Seriakov, en la localidad de Troyán (centro norte de Bulgaria), ha sido montada la exposición Evocando a las mujeres. Ésta muestra 27 retratos de mujeres de diferentes destinos y papeles en la vida, hechos por pintores de renombre nacional como Iván Filchev, Teofán Sokerov, Iván Péevski, Grigor Purvev y Vladimir Kirov, por citar algunos. Las obras forman parte de los fondos del Museo de las Artes Artesanales de la ciudad.

Lo que unifica todas estas imágenes femeninas es que sus protagonistas han inspirado a los creadores de estos lienzos; porque apenas hay un artista que no haya sido tentado a recrear la imagen de la mujer–explica la galerista Mariela Shóshkova– . Otra cosa que agrupa las obras es que nunca antes habían sido expuestas. Y por último, están pintadas por artistas destacados y son dignas de cualquier galería de arte prestigiosa del país.

En sus retratos, los autores no recrean los rostros de conocidas mujeres búlgaras, sino la imagen generalizada de la mujer, como un recuerdo recóndito, un sueño y una inspiración eterna.

Cada uno de los retratos es en realidad una evocación aparte cuando uno se para frente a cada uno de ellos –prosigue Mariela Shóshkova– . Los retratos y composiciones presentadas son peculiares charlas sobre segadoras, vendimiadoras, mujeres de la época del Renacimiento nacional. Vemos mujeres al mediodía, retratos de damas con pamelas, de damas distinguidas, de mujeres jóvenes, de mujeres en la biblioteca, de mujeres descansando.



Es decir, vemos diferentes formas de evocar a la mujer. Y no es casualidad que en medio de los cuadros hayamos insertado versos de la poetisa Ekaterina Néncheva. Es una manera de recordarla mediante sus trabajos.

Delicada y hermosa, siempre vestida de negro; es así como la recuerdan sus contemporáneos. Esta mujer talentosa y emancipada fue admitida al círculo de élite masculino Mísal (lit. pensamiento), publicó sus poemas en todas las publicaciones literarias y convirtió a la muerte en tema central de su obra. Desafortunadamente, la vida de la Madona de Negro, como solían llamar a Ekaterina Néncheva desde su más temprana edad, fue marcada por las tragedias. Cuando tenía 17 años, su padre murió en circunstancias poco claras. Dos años más tarde, el día del deceso de su progenitor, su hermano menor se suicidó, y la familia se quedó en la calle sin medio de sustento alguno. Años más tarde, durante el régimen comunista, su obra fue renegada porque “su temática es lúgubre y carente de motivos sociales”.

Ekaterina Néncheva nació en 1885, en Troyán. Su padre, Dimítar Nenchev Janchev –participante en el Levantamiento de Abril de 1876 y en el movimiento de liberación macedonio– , fue asistente médico –cuenta Mariela Shóshkova– . Debido a su profesión, la familia se vio obligada a mudarse a distintas ciudades, y Ekaterina terminó la primaria en Sevlíevo, la secundaria, en Nikópol, el American Collage, en Lovech, y se matriculó como estudiante de Filología Eslava en la Universidad de Sofía. Murió de tuberculosis en 1920 a la edad de 35 años, pero en su breve vida publicó sus versos en varias revistas y lanzó una colección de poemas. Póstumamente fueron publicados tres poemarios de la poetisa. En realidad, Ekaterina Néncheva es la primera poeta de la época de la postLiberación y la primera mujer búlgara que incluye el mar en su obra. Mujer, poetisa y marinista, todo en uno, remacha la galerista.

Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Cortesía del equipo de la Casa Seriakov