La sexta potencia mundial con cosmonauta propio en el Espacio abierto y la tercera que creó alimentos espaciales. Con estas palabras el primer cosmonauta búlgaro resumió los resultados de aquellas 47 horas con 1 minuto que él había pasado hace 40 años en órbita alrededor de la Tierra.
Para rendir homenaje al primer cosmonauta búlgaro Gueorgui Ivanov, quien voló al Espacio el 10 de abril de 1979 junto con Nikolay Rukavishnikov a bordo de la nave espacial Soyuz 33, la Academia de Ciencias de Bulgaria ha organizado un acto solemne al que han acudido cinco cosmonautas del Programa Internacional Intercosmos. A Vladimir Remek de Chequia, Iván Bella de Eslovaquia, Bertalan Farkas de Hungría, Miroslav Hermaszewski de Polonia y Pavel Vinogradov de Rusia, se ha sumado el segundo cosmonauta búlgaro, Alexándar Alexandrov. La joven generación debe conocer lo que ha hecho la ciencia espacial búlgara, ha señalado Gueorgui Ivanov en rueda de prensa aduciendo el ejemplo de la creación de un equipo búlgaro que voló a bordo de cohetes espaciales y el de la creación de sistemas nuevos para dos naves espaciales en el marco del Programa Bulgaria 1300.
En el lobby de la Academia de Ciencias de Bulgaria se exhibieron fotos en las que se encuentran plasmados aspectos de los preparativos para el vuelo del primer cosmonauta búlgaro y momentos del período que éste pasó en el Espacio. El Prof. Tsvetán Vachev ha hecho una exhibición de equipos espaciales, fabricados por el Instituto de Exploraciones y Tecnologías Espaciales, adscrito a la Academia de Ciencias de Bulgaria.
Uno de los dispositivos voló en el Espacio, desde octubre de 2014 hasta enero de 2016, y es el último que regresó de la Estación Espacial Internacional. El equipo mide la radiación que pueden sufrir los cosmonautas cuando están fuera de la estación, ya que en esos momentos su única protección se la dan sus escafandros. Es por esto que nuestras mediciones revisten tanta importancia para ellos. Además, el aparato forma parte de una plataforma con multitud de experimentos biológicos, químicos y de otra índole, en los que se produce una radiación ionizante y de rayos ultravioletas. Cuando esta plataforma retorna a la Tierra, nos ponemos a analizar los datos y comprobamos qué parte de las esporas, semillas, etc., ha muerto. El segundo dispositivo lo tenemos aquí en maqueta, ya que el dispositivo real se encuentra en órbita alrededor de Marte. Mide la radiación cósmica alrededor de ese planeta y los resultados nos llegan cada día. El tercer aparato también lo vemos en una maqueta, pues, el aparato real se encuentra a bordo de la Estación Espacial Internacional. En su pantalla los cosmonautas pueden leer información sobre la radiación medida. Si la dosis resulta muy elevada: por ejemplo, en los casos de radiaciones protónicas solares −que pueden durar varios días− , los cosmonautas deben inmediatamente esconderse buscando refugio en la estación, o bien, han de retornar a la Tierra.
Por su parte, Alexándar Alexandrov ha hablado de cómo los descubrimientos en la ciencia espacial no sólo son capaces de hacer más cómoda la vida de los seres humanos, sino también de alargarla. Gracias a las tecnologías espaciales, los aparatos de vuelo ya van teniendo la capacidad de desarrollar una velocidad de 6000 a 8000 kilómetros por hora y así, en el futuro, el vuelo desde Londres hasta Australia podrá durar 4 horas, y no 16 horas o más, como sucede actualmente, señala Alexandrov y agrega que a la humanidad le espera un porvenir prometedor, puesto que en el Espacio se crean nuevos materiales y fármacos que ofrecerán longevidad a los humanos. No está muy lejos el momento en que el ser humano vivirá mucho más de los actuales 80 o 100 años, cree el cosmonauta.
¿Volará pronto al Espacio un tercer búlgaro?
No, dice lacónico Alexándar Alexandrov. Nosotros aún no nos hemos desarrollado suficientemente. Para tener un tercer cosmonauta deberíamos llegar a contar con una economía recia, a tener una participación fuerte en programas espaciales y, sobre todo, elaborar un programa científico que pueda ser garantizado por la industria nacional. Es que aún no hemos alcanzado un tal nivel, concluye Alexándar Alexandrov.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: BGNES y Diana Tsankova
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