Los pies pisan pesados, aprisionados por la obsesiva cadencia de ritmos cada vez más densos. Alrededor del fuego, cogidos de las manos, hombres y mujeres bailan la ronda joró , una danza en la que los muertos se mueven junto con los vivos. Es el segundo día de la Pascua de Resurrección.
Desde tiempos inmemoriales, los habitantes de las aldeas de Boynitsa, Gamzovo, Gradets , Rabrovo, de la región de Vidin, bailan el llamado joró recordatorio para rendir homenaje a sus paisanos y familiares muertos en el período desde la Pascua anterior hasta la actual y, al mismo tiempo, sentir el espíritu de los finados. Ejecutan, en las inmediaciones del medieval monasterio rupestre en la zona Albotin, una danza ritual creyendo que a todas y cada una de las personas que pasaron a mejor vida hay que “obsequiarles “ con tal danza.
Se trata de un rito ejecutado en el llamado Cuerno de Oro de la región de Vidin. Se trata de las aldeas de la orilla del río Danubio, en las que la gente hace un recorrido por ellas sujetando en manos los retratos de sus familiares muertos durante el año”, dice Stefan Dzhambazov, periodista y director cinematográfico, quien junto con su hijo rodó el documental “El joró de los muertos”. En este rito son bailadas danzas joró lentas y los familiares de los difuntos regalan a sus paisanos huevos pascuales, ropa, comida, vino. Sin embargo, no hay llanto en estos actos recordatorios pues se estima que los muertos también asisten a este homenaje y que ese día se enlazan el mundo de los vivos y el de los muertos. Los vivos llegan incluso a colocar las fotos de sus familiares y parientes difuntos en las ventanas de sus casas para que miren afuera.
Estas peculiares danzas se asocian a prácticas antiguas y están siendo bailadas, a paso lento, en un sentido contrario a las manecillas del reloj. La leyenda sobre ellas se remonta a la época de las antiguas tribus tracias, que daban sepultura a sus muertos con canciones y jolgorio y que, probablemente, fueron las primeras en crear la costumbre del “obsequio” de una danza a los muertos. Es que resulta que, desde que el mundo es mundo, los seres humanos no dejan de imaginarse la vida en el más allá como similar a la vida terrenal.
La tradición ha calado hondo, sobre todo en las aldeas valacas pues bien sabido es que los valacos son conocidos por su culto al más allá. No existe para ellos una frontera nítida entre los dos mundos, dice en el citado documental la etnógrafa Desislava Bozhidarova. No es una casualidad que los valacos se hayan autodefinido como tracios romanizados. Es por esto que creen en la vida de ultratumba y despiden a la persona muerta dotándola de sus objetos personales más preciados y, en ocasiones, hasta de un televisor. Algunos de ellos ejecutan el rito llamado “en vida” en el que se reúnen los familiares alrededor de la mesa, el cura consagra sus manjares y bebidas y todos, salvo el “protagonista”, comen y beben. Hay otros más, que encargan que se les haga su monumento sepulcral propio aun estando todavía vivos.
Desgraciadamente, el rito tiende a desaparecer cada día más y más porque las autoridades locales no lo respaldan, la región de Vidin sigue despoblándose y, además, los nativos ya no se interesan tanto por acatarlo, dice Stefan Dzhambazov y prosigue: Antaño la tradición estaba muy difundida y en la zona del monasterio rupestre de Albotin se daban cita numerosas familias y clanes. En la primera jornada de la Pascua de Resurrección solían ejecutar el rito en sus aldeas, y, en la segunda, se reunían para “obsequiarles” danzas a los muertos. Sin embargo, en los últimos años estas danzas para recordar a los difuntos se han ido desbancando por eventos de aficionados al folclore, que nada tienen que ver con la tradición. Así, va desapareciendo también este nexo que había sobrevivido a través de los años, entre la vida y la muerte, entre el mundo de hoy y el del pasado, entre el cielo y la tierra, en fin, va perdiéndose esta tradición antigua, filosófica y pagana que, no obstante, se vincula con el cristianismo, según la cual, en la Pascua de Resurrección, los muertos y los vivos se reúnen y van juntos.
La desidia y la negación parecen arrebatarnos a los búlgaros hasta las últimas tradiciones heredadas de épocas antiguas. A pesar de ello, mientras en la región de Vidin exista siquiera un solo testigo vivo, éste continuará profesando lo que confiesa en el documental: “En nuestra comarca vivimos más por los muertos, todas las fiestas las preparamos para ellos. En vez de regocijarnos por ser ahora la Pascua de Resurrección y por haber resucitado Jesucristo, bailamos danzas joró por nuestros difuntos. Nos colocamos en el polo opuesto: nos reunimos, formamos la ronda joró, bailamos y lloramos”.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Archivo
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