Entre un 25% a un 30% de todos los búlgaros se desempeñan en la economía sumergida. Así lo indica un estudio de la Academia de Ciencias de Bulgaria. Según los científicos, mientras más débil es el desarrollo de una economía, mayores son las premisas para la aplicación de prácticas características de la economía sumergida. Como es sabido, Bulgaria es el país colista de la UE por los ingresos de sus habitantes.

Dos son las causas principales para que la gente acepte un empleo que infrinja las leyes laborales: la falta de empresas en constante funcionamiento y los bajos ingresos. Además, a los habitantes de gran número de núcleos poblacionales no les queda más remedio que recurrir a tal tipo de empleo. En la mayoría de los casos funcionan en la economía sumergida sectores como el turismo, la construcción de infraestructuras, las tecnologías de la información, segmentos de la industria ligera como la producción de perfumes y cosméticos, el agro, el transporte, señala la Profesora Emilia Chenguelova del Instituto de Estudios de la Sociedades y el Saber, de la Academia de Ciencias de Bulgaria.

Una buena parte de estas prácticas lesionan la legislación laboral y la fundamental de ellas es trabajar sin contrato laboral. Tiene una amplia difusión asimismo el trabajo en base a un contrato ficticio, a raíz del cual, el trabajador cobra en nómina un sueldo para poder cotizar, y el resto del dinero lo percibe en mano. Se trata de la práctica del pago complementario en efectivo no gravado, el cual, en algunos sectores, llega a un 30% o un 40%. Otras argucias de la economía sumergida se relacionan con la legislación fiscal: no se expiden facturas por el trabajo hecho, no se contabilizan transacciones realizadas, no se pagan impuestos ni aranceles.

La información de que la economía sumergida ha ido llegando a través de los años a niveles extraordinariamente elevados, superiores al 35 % y hasta el 40%, y que, incluso, se transforma en primordial suplantando a la economía oficial, se viene aireando, al menos, desde una decena de años, agrega Emiia Chenguelova. Así, bajo la presión de organismos sindicales y empresariales se van adoptando algunas medidas, entre ellas, la conexión de los aparatos registradores fiscales en tiempo real y cambios legislativos que incriminan la no aportación de cotizaciones a la seguridad social y sanitaria desde determinado umbral hacia arriba.

A mí no me consta que hasta ahora alguien haya sido condenado por semejantes actos y es éste uno de los problemas de peso, ya que la sociedad se mantiene crítica con respecto a la legislación y está dispuesta a irla infringiendo al ver que el control y las sanciones brillan por su ausencia, dice la economista. Además, la falta de sanciones evidentes y de difusión pública de las medidas emprendidas con respecto a determinados infractores, mueven en cierta medida a los empleadores a decir: “Si esto es algo que no se castiga, no hay motivo de que no la haga yo también”.

La postura benevolente de los búlgaros ante estas fraudulentas prácticas la explican los estudiosos del fenómeno llamado anomia, o sea, desprecio por las leyes.

La anomia es un estado de las sociedades de cambio brusco de los sistemas, a raíz de lo cual, las normas éticas y jurídicas pierden su vigor, explica Emilia Chenguelova. Desde el año 2000 en Bulgaria se viene notando una grave erosión del sistema de valores. Al comienzo, la gente ha ido desacatando los imperativos éticos y, en un momento determinado, fue extendiendo este comportamiento también a las leyes escritas. Es que esto es peligroso, puesto que desemboca en una sociedad de los extremos, de la indiferencia moral, de la conculcación grosera de la legislación, del desprecio total por el resto de los humanos. Urge un ejemplo en el más alto nivel, y en algunos países de la UE se están haciendo tales intentos, o sea, se procura mostrar cómo la élite gobernante acata las leyes. Mientras más severa sea la élite consigo misma, mejor será el ejemplo que dé a la gente. Si esto no se produce, no cabe esperar un comportamiento similar de los estratos inferiores de la sociedad.

¿Se producirá pronto una reducción de las prácticas de la economía sumergida en Bulgaria? Emilia Chenguelova se autodefine como optimista moderada, a pesar de la idiosincrasia nacional. Dice que “el búlgaro lleva en sus venas la propensión de comportarse con astucia y artimaña, de desacatar las leyes”. Subraya, sin embargo, la necesidad de trabajar urgentemente con las personas jóvenes puesto que éstas mantienen un comportamiento crítico ante la realidad social y prefieren más bien forjar sus reglas propias, a tener que respetar las ya escritas.

Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Archivo y Diana Tsankova