Dimitar Ivanov es el único ventrílocuo en Bulgaria. Si bien él se ha especializado en mantener la boca cerrada, su compañero en el escenario, el muñeco Tío Taño, habla hasta por los codos poniendo el mundo en orden: moraliza, se queja, tiene diagnóstico para todo lo que acontece. El ventrílocuo y su muñeco son estrellas de las comedias en vivo, y también la única pareja de este género, por el momento, en Bulgaria. La razón de ello es muy simple: nadie más que Dimítar en este país ha aprendido a hablar con el vientre consiguiendo conservar la inexpresividad en su rostro. La fusión entre los dos es tan grande que, pese a ser antagonistas, no pueden prescindir el uno del otro.

No puedo menos que experimentar buenos sentimientos por él, y no puede ser de otra manera, es un buen tipo –dice Dimítar respecto de su compañero– . Cualquiera de nosotros, los que vivimos en Bulgaria, conocemos a alguien como él en el vecindario, porque el Tío Taño es la imagen colectiva de una muestra bastante representativa. Es de las personas que repiten hasta la saciedad que el tiempo pasado fue mejor, rechazan todo lo nuevo y moderno, nacieron aprendidos y entienden de todo. Dicho en términos generales, un búlgaro típico de la época totalitaria.

De Dimítar solo puedo decir que es un fracaso total; a los 34 años juega a los muñecos”, le devuelve el golpe el Tío Taño, quien en realidad ostenta el nombre respetable de Stanislav, pintor albañil de formación y profesión.

El encuentro entre Dimítar y el Tío Taño fue fortuito y se produjo a raíz de la decisión del actor y dos de sus amigos de hacer comedia en vivo con muñecos. A tal efecto, necesitaban de personajes, por eso dieron rienda suelta a su imaginación. El Tío Taño se gestó primero en la fantasía del trío para luego cobrar “carne y hueso” gracias a la escenógrafa Eli Tsónkova, que diseñó el muñeco. Mientras tanto, Dimítar ganó un patrocinio participando en un reality show para actores, donde habló de su sueño de ser ventrílocuo, y tomó cursos de ventriloquia en línea.

Para ser buen ventrílocuo, primero hay que ser muy buen actor titiritero –explica Dimítar– . Mucha gente hace ventriloquia pero no logra insuflar vida a los muñecos, y por mucho que hable, sin mover siquiera los ojos, no consigue ningún efecto. Es por eso que las habilidades en el manejo del muñeco son tan importantes. La ventriloquia viene al final, es sólo un truco, es la guinda del pastel. También es importante dar con el compañero adecuado con quien hacer comedia. El personaje del muñeco debe estar bien desarrollado, es necesario conocer su carácter, su pauta de comportamiento debe ser la de llevar constantemente la contraria.

Tal y como lo hace el eterno cascarrabias Tío Taño, que nunca deja de gruñir, incluso cuando está de vacaciones en las playas de Grecia, “como si en las de Bulgaria faltara el hormigón”. Por cierto, estas últimas el Tío Taño las visitó recientemente, ya que la primera parada de su gira nacional fue la ciudad de Burgás, ubicada en la costa del mar Negro. Y a principios del próximo año, se embarcará en una gira europea con una “gran concentración de búlgaros”. Durante la misma, más allá de volverse nostálgico hablando de tiempos pasados, también proferirá verdades incómodas.

Yo no me escondo detrás del Tío Taño, al contrario, me pongo a su lado y comparto todas las cosas que dice –afirma Dimítar– . Al igual que los bufones, privilegiados para decir la verdad a los ojos del rey, el Tío Taño goza de la libertad de comentar los temas que se le antojen. Además, yo tengo la boca cerrada; es él quien dice las cosas que dice, y la responsabilidad es suya. Obviamente se le perdona todo como a los bufones, porque hasta el momento nadie se ha sentido ofendido; y es que le gusta gastar bromas con el público, y a veces entra de manera bastante abrupta. Sin embargo, la gente, consciente de que la cosa va de cachondeo, en vez de ofenderse, se ríe.

Versión en española de Daniela Radíchkova
Fotos: Archivo personal