El año que a punto estamos de despedir, deja su fuerte impronta en las relaciones internacionales de Bulgaria. El acontecimiento más relevante en los contactos del país con la UE ha sido la recomendación de la CE para revocar el monitoreo sobre este país en el terreno de la Justicia y el Interior. Doce años después de acceder a la UE, en 2007, a finales de octubre de 2019 Bulgaria obtuvo el reconocimiento de haber cumplido las exigencias sobre la primacía de la ley y en la lucha contra la corrupción. No se ha producido todavía un pronunciamiento formal sobre el tema por parte del Consejo Europeo y el Parlamento Europeo pero no existen recelos de que tal pronunciamiento sería negativo.
Siempre en octubre, desde el Consejo Europeo de Reestructuración Bancaria llegó la noticia de que Bulgaria podría acceder al Mecanismo de Tipos de Cambio ERM II en el primer semestre de 2020.Si así sucediera, según la agencia de notación financiera Fitch, Bulgaria podría adoptar el euro a comienzos de 2023. Sin embargo, el año no culmina tan optimista en lo tocante a la causa sobre la adhesión de Bulgaria al espacio Schengen. Pese a las prolongadas aseveraciones de respaldo por parte de distintos países, a finales de 2019 la perspectiva de un acceso global al espacio de libre movimiento de personas y capitales sigue siendo bastante difusa.
Después de pagar el Gobierno búlgaro unos 1100 millones de euros por la adquisición de ocho nuevos cazas F-16, Bulgaria pasó a ocupar en segundo puesto en la OTAN, sólo precedida por los EE.UU. por el porcentaje de su PIB asignado a la Defensa. Los recursos que Bulgaria destina a la Defensa han superado los puntos porcentuales y así este país se adelanta a Grecia, Gran Bretaña, Estonia, Rumanía, Polonia, Letonia. Estos días trascendió que Bulgaria había propuesto emplazar en la ciudad marítima búlgara de Varna un centro de coordinación de la Fuerza Naval de la OTAN en el mar Negro. Así, hacia finales de 2019, se ha visto que a Bulgaria se le asigna un puesto particular en los planes de la Alianza Atlántica de reforzar su presencia en el mar Negro.
Hacia finales de noviembre el primer ministro de Bulgaria, Boyko Borisov, y el presidente estadounidense Donald Trump suscribieron en Washington un acuerdo marco sobre la colaboración estratégica entre Bulgaria y los EE.UU. Fueron objeto de estas conversaciones a nivel cumbre el proyecto de la planta nuclear de Belene, los corredores gasistas a través del territorio de Bulgaria, la modernización militar y la seguridad en la cuenca del mar Negro. Las compañías estadounidenses Lockheed Martin, Northrop Grumman, Oshkosh Defense, Textron e IBM mostraron interés por la fabricación conjunta de armas y equipos bélicos con plantas fabricantes búlgaras y por la participación en las licitaciones para la adquisición de nuevos equipos por el Ejército de Bulgaria.
La evolución ascendente en los planos europeo y euroatlántico de las relaciones exteriores de Bulgaria se vio acompañada de episodios de signo opuesto en los contactos de este país con Rusia. Bulgaria expulsó a un diplomático ruso sospechoso de espionaje, después de que en 2018, pese a la presión externa, se negara a tomar una medida de este tipo por el caso Skripal. En respuesta Rusia declaró persona non grata al primer secretario de la embajada de Bulgaria en Moscú. El presidente de Rusia Vladimir Putin acusó a Bulgaria de estar retrasando premeditadamente la materialización, en su territorio, del proyecto del gasoducto “Corriente Turca”. El primer ministro búlgaro Boyko Borisov replicó con contundencia de que no era así y que si el avance de las obras no era tan rápido ello se debía a que Bulgaria, a diferencia de países como Serbia, Turquía o Rusia, se atenía a exigencias y procedimientos obligatorios de la UE. Borisov y el embajador de Rusia en Sofía, Anatolii Makarov, han declarado oficialmente que no existen premisas que puedan entorpecer el desarrollo de las relaciones bilaterales en un espíritu pragmático y bienintencionado.
Cabe decir, no obstante estas declaraciones, que los contactos bilaterales, obviamente distan mucho de su buen estado de antaño y que estos contactos se encuentran influenciados en gran medida por las relaciones de Bulgaria con sus socios europeos y aliados euroatlánticos. Al resumir la situación, el primer ministro búlgaro ha resaltado que las relaciones con Rusia no han sufrido deterioro sino que se mantienen pragmáticas y precisas, y que en su diálogo con Moscú Sofía se guiará por sus intereses nacionales, ateniéndose a las políticas europeas y euroatlánticas comunes.
Versión en español por Mijail Mijailov
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