Poniendo a prueba la fe de Abraham, Dios le ordenó sacrificar a su único hijo, Isaac. No obstante, en el instante en que el padre se disponía a cumplir el mandato de Dios, del cielo bajó un Ángel y le paró la mano.
La historia del sacrificio de Abraham es una de las alegorías descritas en la Biblia sobre la intervención de ángeles en la suerte humana. Según el Evangelio, el arcángel Gabriel dio a la Virgen María la buena nueva de que daría a luz al Hijo de Dios y, después de Su nacimiento, advirtió a José que le llevara a Egipto cuando el rey Herodes ordenó la Matanza de los inocentes. Ante la tumba de Cristo fue un ángel el que se presentó a las mujeres venidas para untar Su cuerpo con mirra y que les comunicó la Resurrección del Salvador.
Como cristianos confiamos en la protección de Dios pero en nuestra vida terrenal solemos experimentar miedo y perdernos en medio de las tentaciones y difíciles opciones que afrontamos; sentir flaqueza y soledad. Por esto la confianza de que tenemos a nuestro lado a un ser celestial que Dios eligió especialmente para nosotros para que nos oriente, proteja y aconseje, nos infunde tranquilidad y firmeza. Con nuestro ángel de la guarda compartimos los buenos y los malos momentos en la vida y procuramos escuchar con nuestro corazón los consejos que nos da. A veces dirigimos a este ángel nuestras oraciones, tal y como solemos dirigirlas a Jesucristo la virgen y los santos.
Confiamos que con el misterio del bautismo cada uno de nosotros recibe un ángel de la guarda. Lo más terrible sería decepcionar a este ángel con actos contrarios al Evangelio que trajo Jesucristo−dice el padre Ánguel Ánguelov, primate del templo capitalino de Santa Sofía− . Existen múltiples cuadros religiosos dedicados a este tema, que representan cómo el ángel de la guarda interviene en los momentos más difíciles de la vida del hombre para prevenir una tragedia. Nosotros creemos que precisamente el ángel de la guarda nos ayuda a crecer espiritualmente porque lo más importante es que como cristianos procuremos acercarnos a Dios.
La naturaleza humana propende a conferir una imagen material a lo que está fuera del alcance de sus sentidos y es así que hoy podemos disfrutar de estos mensajeros de Dios al contemplar sus imágenes “humanizadas” que nos han dejado los grandes maestros del pincel.
Múltiples episodios históricos de aparición de ángeles de imagen humana dan motivo a los pintores para representarlos con aspecto humano −comenta el padre Ánguel− . Para mostrar la esencia celestial de estos efímeros seres les ponen alas. En algunos templos no búlgaros se pueden ver incluso plumas de las que se afirma que son de ángeles, pero esto naturalmente no es cierto. La Iglesia enseña que los ángeles son inmateriales, o sea, que no llevan en sí nada material de este mundo. En el primer capítulo de la Biblia se dice que “Al principio creóDios los cielos y la tierra…”. Según la interpretación de los padres de la Iglesia, por “cielos” se entiende el mundo celestial, es decir, que los ángeles fueron creados primero, y después todo lo material. Desde luego, la corona de la creación divina somos nosotros, los hombres, de manera que los ángeles tienen un aspecto antropomorfo a causa de los cuentos que hemos heredado sobre ellos.
Nos imaginamos a los ángeles con forma humana. ¿Acaso no los tratamos a veces con la negligencia que mostramos en nuestro trato al prójimo? En semejantes circunstancias corremos el riesgo de alejar a nuestro ángel de la guarda, indispensable para la salvación del alma…
El hombre lleva en sí la debilidad que le legaron los antepasados, −prosigue el padre Ánguel−. No todo lo que hace el hombre en este mundo es lo mejor. Aunque siga el camino de Dios, suele apartarse de él y por eso necesita tener un ángel de la guarda, que le señale la verdad y el camino certero. Los humanos somos pecaminosos y nos es difícil lograr la perfección. “Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto”, dice Mateo, y nada mejor que contar en nuestro afán de perfección con el apoyo del ángel de la guarda, que tan cerca está del trono divino y que mira y ve mundo de un modo diferente”.
Al referirnos a un prójimo especialmente bondadoso solemos decir que es de raza angelical. Sin embargo el hombre no está llamado a ser semejante a los ángeles, agrega el padre Ánguel. En su opinión, lo más importante es que las personas no oculten su amor y que lo manifiesten siempre y en todo. Esto es lo que nos hace semejantes a Cristo: amarnos unos a otros y amar a Dios, concluye.
Versión en español de Raina Petkova
Fotos: nationalgallery.bg, y Diana Tsankova
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