Toda persona encuentra en su día a día algo capaz de hacerla feliz y moverla a sonreír aunque por tiempo breve. Son los niños quienes nos dan las respuestas más sinceras de lo que es la felicidad. Es que ellos saben sentirse felices incuso sin tener un motivo concreto para ello. Es una percepción que vamos perdiendo con los años.

Una de las formas para ser más felices es comportarnos de manera más positiva, aspirar más a dar que a recibir. Hay que agradecer más por lo que tenemos. Vivimos en un país muy hermoso y disponemos de multitud de cosas que no llegamos a justipreciar, señala en entrevista para Radio Bulgaria la empresaria Liubov Kirilova.

Los tres pilares básicos de la felicidad son la intimidad que mantenemos con la gente de nuestro entorno, la maestría en lo que solemos hacer y la libertad de tomar decisiones por nosotros mismos. Si toda persona avanza en cada una de estas tres cosas acabará siendo más feliz, agrega. 

En Bulgaria parece que la maestría es la menos valorada, y los búlgaros no se sienten satisfechos con sus retribuciones, ni con la valía de su labor. La clave, señala Kirilova, reside en que seamos capaces de agradecer más frecuentemente tres cosas que nos hayan ocurrido durante la jornada. Esto nos hará más felices y más productivos. Respecto a la posibilidad de convertir la felicidad en la nueva meta nacional de Bulgaria, el sociólogo Zhivko Georguev se muestra más bien escéptico:

No me consta que hasta ahora fuerzas políticas o representantes del poder público se hayan comprometido seriamente con semejante cosa. Es que ningún partido político lo tiene plasmado como prioridad. En los países nórdicos y otros estados que procuran construir una sociedad de rostro humano existe el consenso de que el llamado índice de felicidad nacional bruta es el mejor medidor del progreso. Presenta 12 indicadores, entre los que figuran el bienestar psíquico, la salud, la satisfacción de la vida. Hay también una valoración de la calidad de vida, la satisfacción por el trabajo que uno hace, el reparto del tiempo: de ocio, laboral, etc.

Si nos fijamos en este índice veremos que Bulgaria está por debajo del nivel medio mundial. Se nota un descenso en todos estos índices sobre todo del tiempo de ocio que cualquier persona necesita tener personalmente para sí misma.

Esto es válido tanto para América del Norte y del Sur como para Europa, que atraviesa por duros tiempos pese al crecimiento económico, estima Georguiev.

Bulgaria, sobre este telón de fondo, presenta un leve desplazamiento positivo, insignificante en lo estadístico. Se observa un efecto positivo sobre todo en la creciente satisfacción por el trabajo hecho, se produce cierto crecimiento de los ingresos y cierta satisfacción con la gestión a nivel local. Las elecciones municipales a finales del año pasado hicieron lo que tenían que hacer sustituyendo a una parte de los representantes más odiosos del poder local. Los nuevos no han llegado todavía a defraudar a nadie. Sigue siendo negativa la valoración con respecto al medio ambiente, no solo por la crisis del agua pues se trata más bien de una tendencia duradera. 

El sociólogo describe su propia receta persona para la felicidad con las palabras sencillas: una familia normal, un trabajo bueno y racional y mayor número de gente risueña en mi entorno.

Según un sondeo hecho para medir el índice de felicidad de los búlgaros, apenas un 20% de éstos se creen felices. Los infelices suman un 31% y entre ellos la parte predominante, un 57% es la de los gitanos. No obstante ello, en comparación con el sondeo efectuado a finales de 2018, este indicador registra un descenso en nada menos que un 10%.

Versión en español de Hristina Taseva

Fotos: happinessacademy.eu, Pixabay, archivo