Son ya más de 1.250.000 las víctimas mortales causadas a nivel mundial por el coronavirus. La situación semeja la de una guerra contra un enemigo invisible que cada día que pasa va segando vidas humanas, y la batalla por combatirlo se ha centrado en el campo de la ciencia y la medicina. Y si los países más prósperos atraviesan con mayor suavidad por la crisis, en Bulgaria la sociedad se ha visto enmarañada en una red de problemas que están complicando aún más las cosas. Los gobernantes siguen viendo la crisis del Covid−19 como un problema sanitario antes que humanitario y económico e incluso una crisis de los valores. Mientras, todos y cada uno de los búlgaros están combatiendo la crisis según sus ideas, relaciones y posibilidades propias. Tampoco faltan las personas que hasta niegan la existencia del virus.
¿Cuáles son los cambios que se han venido notando en la sociedad búlgara en los transcurridos diez meses? El antropólogo social Jaralán Alexandrov esboza las características de algunos fenómenos:
La crisis dista mucho de haber terminado, todavía tenemos que afrontar las pérdidas económicas, las pérdidas de vidas humanas, ya que por desgracia no todo el mundo consigue sobreponerse a esta enfermedad. En primer lugar, hay que tomar conciencia de la situación existente en el sistema sanitario, en toda la sociedad y valorar su capacidad de cuidar de los más vulnerables, algo a que en épocas de mayor sosiego nosotros cómodamente no prestábamos atención. Hay gente que carece de relaciones y contactos suficientes y que depende por completo de los servicios públicos. Si éstos no se encuentran a un buen nivel, esta gente se convierte literalmente en víctima del sistema. Son cosas arduas que atañen no sólo a la gestión y los líderes de las instituciones públicas, sino también a la sociedad en su integridad por cuanto el liderazgo y la cultura organizativa de las instituciones se atienen en gran medida a la cultura de la comunidad. Muy probablemente ahora nos estemos encontrando en el período más duro, pero con la aparición de las vacunas y el efecto que está surtiendo el cierre parcial, espero que se produzca un cambio. Sin embargo, el riesgo persiste y reside en el hecho de que la gente se pueda tranquilizar y pensar que esto ya ha pasado como una pesadilla, y que ya podamos recobrar nuestro tren de vida habitual y bastante despreocupado e irresponsable”.
Los analistas sociales examinan en concreto también la cultura del búlgaro, cuyas manifestaciones palmarias aparecen en épocas de pruebas y ansiedad.
”Nunca se nos ha escapado que los búlgaros se comportan de manera irresponsable con respecto a su salud. La gente sigue siendo supersticiosa y propensa a fiarse de videntes, oráculos, etc. −dice Jaralán Alexandrov− . Sigue campando a sus anchas una ignorancia pasmosa con respecto a la salud entre los representantes de las capas más bajas de la población. Todo esto se traduce en un estatus sanitario deficiente de la población, que, además, anda bastante enferma y envejecida. Un fuerte varapalo al sistema sanitario y el consabido caos en éste acarrean la incidencia muy elevada de las muertes que se está observando en Bulgaria.
La pandemia ha dejado al descubierto la debilidad del sistema sanitario y las deficiencias en la cultura sanitaria. Este es el lado triste, y el bueno es que la sociedad búlgara ha logrado movilizar todos sus recursos, sobre todo las redes informales. Cualquier persona que necesite tratamiento se pone a hacer llamadas telefónicas y a buscar relaciones y contactos. Esta red está funcionando bien en Bulgaria y es la que resuelve en la mayor medida el problema de la organización deficiente del sistema formal. Lo que se merece la pena analizar es por qué la gente se fía más de los contactos personales que de las instituciones públicas.
Por lo demás, próximamente se procederá a una vacunación masiva y ésta sólo tendrá sentido si un número suficiente de personas decidan inmunizarse. En esto residirá la prueba de peso no sólo para la habilidad del Gobierno en estructurar y promover de manera óptima esta campaña. Si cada cual intente atenerse a lo de “sálvese quien pueda” y se entregue a la paranoia o a las teorías conspirativas, el resultado será probablemente el autofracaso. Para evitarlo hay que desplegar esfuerzos considerables. La crisis lo ha demostrado: en la calamidad nos las solemos arreglar al movilizar nuestras relaciones y contactos personales”, resume el antropólogo social Jaralán Alexandrov.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: BGNES, EPA/BGNES
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