Un pequeño e inusual jardín ha iniciado su vida propia en la capital de Bulgaria, Sofía. No hay que pensar en que se trate de un espacio verde inhabitual. Lo inusual reside en la forma en que ha cobrado vida: primero se gestó en los sueños de los niños de una escuela capitalina, y luego se volvió realidad gracias a la labor conjunta de padres, profesores y los propios niños. Incluso hoy, cuando todos los niños de Bulgaria están de fiesta, se espera que este pequeño jardín sea escenario del acto en el que los alumnos de 1º de Primaria celebrarán el comienzo de su alfabetización y compartirán su alegría de cómo pueden transformar el entorno a fuerza de su trabajo e ideas propios. Es por esto que lo han bautizado Jardín de la Alegría.
Siana, Yoana, Blagovesta y Dimana saben que no hay que dejar en el suelo terrones grandes si quieren poder plantar hierbas curativas y flores olorosas. Las chiquillas están a punto de concluir su primer año de estudios de primaria y dicen que las lecciones en que les enseñan la asignatura Ciencias Naturales son de sus favoritas, ya que en esas clases aprenden muchas cosas sobre las plantas y los animales. En realidad, se trata de clases que se imparten sólo una vez a la semana, por ellos, sus maestros han decidido completar el programa didáctico con algo de preparación práctica.
“Al trabajar en el jardín, los niños aprenden a hacerlo en consonancia con la naturaleza y por la naturaleza, estudiando y aplicando los principios del desarrollo sostenible de los ecosistemas. Para que la naturaleza cobre una imagen personalizada para el niño, éste debe aproximársele con alegría e interés. En esto es importante el papel del maestro, que debe fomentar en los niños curiosidad por los procesos que transcurren en el seno de la naturaleza, involucrarlos de forma activa en actividades de protección ambiental y propiciar el contacto directo de los menores con la flora y la fauna. La participación de un niño en el proceso de siembra y cultivo de las plantas, la obtención de una cosecha y su suministro al hogar conforman, en realidad, el sistema de valores del menor y alientan en él el afán de vivir en consonancia con la naturaleza”, explica Silvia Marúshkina, maestra de primaria.
Es por eso que la clase que ella dirige, conjuntamente con el resto de clases de primaria de la Escuela Primaria Innovadora número 81 de Sofía, ha diseñado un proyecto para acondicionar un jardín de plantas curativas en el patio de la escuela. Se trata de uno de la quincena de proyectos aprobados para ser apoyados por la Fundación EcoCentric y la organización juvenil JANUN, de Alemania.
”Somos una de las cuatro instituciones de Sofía que han salido ganadoras del concurso y somos la única escuela de la capital con un proyecto aprobado – explica Silvia Marúshkina–. Nuestra idea apunta a que, trabajando en este jardín, los niños aprendan a ser responsables con respecto al entorno en el que viven. Esto significa que se respeten a sí mismos y también el puesto que ocupan en el mundo”.
En el siglo XX, casi todas las escuelas de las pequeñas localidades y de los pueblos de Bulgaria disponían de huertos frutales u hortícolas para sus fines educativos. Hoy en día, tales proyectos son considerados una innovación, pese a que surgen casi tres siglos después del llamado de Juan Jacobo Rousseau a retornar al seno de la naturaleza. Resulta que a los niños del siglo XXI criados en un entorno urbano les gusta la naturaleza y así se lanzan con rapidez a actividades relacionadas con el medio ambiente. Trabajar en el jardín escolar surte también otro efecto:
”Se trata de lo más preciado que nos depara este pequeño pedazo de naturaleza en el patio de la escuela: nos ha aproximado unos a otros. Ha creado una comunidad que involucra a los niños, los padres y el profesorado. Ha propiciado unas relaciones amistosas entre nosotros y ha generado una sinergia en la que van evolucionando relaciones de cohesión y empatía”, concluye convencida Silvia Marúshkina.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Elena Karkalánova y Facebook
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