El 22 de septiembre de 1908 Bulgaria volvía a aparecer en el mapa del mundo después de un yugo otomano que duró cinco siglos. La Liberación del país se produjo el 3 de marzo de 1878, después del término de la Guerra Ruso-Turca, pero el reconocimiento de la Independencia búlgara fue un proceso largo en aras del cual trabajaron todos los Gobiernos de la Bulgaria libre. En virtud del tratado de Berlín de julio de 1878 el Principado de Bulgaria siguió siendo vasallo del Imperio Otomano, y el príncipe era vasallo del suzerano. Bulgaria todavía era un país dependiente desde el punto de vista jurídico y no tenía el derecho de suscribir tratados internacionales.
Durante 30 años se buscaban circunstancias internacionales favorables para superar estas cláusulas jurídicas que pendían sobre Bulgaria, cuenta el historiador académico Gueorgui Markov. El momento idóneo llegó en el verano de 1908 cuando en el Imperio Otomano se produjo la Revolución de los Jóvenes Turcos. Bulgaria, en la persona del primer ministro Alexander Malinov, decidió aprovechar la crisis balcánica que se desencadenó.
Así, el 22 de septiembre de 1908 el príncipe Fernando proclamó que Bulgaria ya era un reino búlgaro independiente. Esto sucedió en Veliko Tarnovo, antigua capital de Bulgaria, mediante un manifiesto redactado por el primer ministro Alexander Malinov que fue leído por el príncipe Fernando bajo la cúpula del templo Cuarenta Santos Mártires. Después el documento fue leído una vez más por Aexander Malinov frente al templo donde se había reunido el pueblo. Mediante este acto prácticamente fueron erradicados los últimos vínculos que Bulgaria tenía como país vasallo del Imperio Otomano.
Después de complicadas negociaciones el 6 de abril de 1909 la Independencia de Bulgaria fue reconocida por la Sublime Puerta. De este modo Bulgaria se convertía en un país de plenos derechos, igual que los demás. El 22 de septiembre fue proclamado fiesta oficial por una resolución de la Asamblea Nacional del 10 de septiembre de 1998.
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