En la tradición ortodoxa búlgara el décimo día del mes de febrero se celebra la fiesta de san Caralampio, que murió como mártir durante las persecuciones contra los cristianos durante el siglo III. Según los testimonios cristianos, sus heridas sanaban cada noche a pesar de las crueles torturas a las cuales lo sometían. Antes de abandonar la vida terrenal san Caralampio pidió a Dios que obsequiara a todos los humanos de “salud física y salvación espiritual”. Por esto es considerado uno de los santos-curanderos, junto con los santos Cosme y Damián, san Pantaleón, san Trifón, entre otros. Un trozo de sus reliquias mortales se conserva en la iglesia Siete Santos Letrados, de Sofía.
En la cultura tradicional búlgara el santo es considerado dueño de la peste y de otras temibles enfermedades. El día de su fiesta, 10 de febrero, las mujeres amasaban hogazas que untaban con miel para apiadar a las enfermedades.
Hoy en día también se conserva la tradición de llevar a la iglesia tarros de la nueva miel con velas encendidas y colocarlos en mesas dispuestas en forma de una cruz para ser consagrados durante la misa matutina. Hoy celebran su fiesta patronal asimismo las asociaciones de apicultores de todo el país que organizan muestras con cata de miel, ofrecen conferencias, etc.
“Abejita melífera, recorres los bosques, recorres el campo, llevas la miel, la dejas y vuelves al campo”, reza una de las canciones que entonaban ese día las mujeres del grupo folclórico de la antigua aldea de Darvenitsa que hoy en día ya es un barrio de Sofía. Es una de las pocas canciones folclóricas dedicadas a las incansables abejas que desde la antigüedad nos regalan el “oro licuado”, como se suele llamar la miel, uno de los medios curativos más eficaces contra varias dolencias.
Versión al español de Hristina Táseva
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