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Siete rasgos de los búlgaros que dejan perplejos a los extranjeros

Foto: Pixabay

Bulgaria es un país hermoso, tranquilo y seguro, y los búlgaros son un pueblo acogedor y honrado, siempre dispuestos a hacer gala de lo mejor de sí a los ojos del mundo. No obstante, existen unas particularidades inherentemente búlgaras que son ininteligibles para el extranjero curioso. A continuación van algunas de ellas.

“No te expongas ante los extranjeros” es una frase típicamente búlgara. Al extranjero se le atiende y mima con sumo esmero. El objetivo es que no vaya a dudar ni un ápice de la proverbial hospitalidad búlgara, que es una cuestión de honor para todo anfitrión que se precie. Sin embargo, hay ocasiones en que se llega a extremos: los anfitriones le tratarán a uno como si fuera su mejor amigo, pero se sentirán afrentados si uno no se queda en la mesa para comer y beber hasta altas horas de la madrugada, e insistirán en acompañarle al visitante en todas partes para enseñarle las curiosidades locales, etc.


OJO. ”Sí“ quiere decir “No”. Cuando un extranjero llega por primera vez a Bulgaria puede verse metido en una situación embarazosa por la forma en que los búlgaros respondamos sus preguntas. Que, ¿por qué? Es que los búlgaros meneamos la cabeza en signo de consentimiento o rechazo en forma contraria al mundo restante. Es decir menear la cabeza en forma no reiterada de arriba y abajo y viceversa significa en búlgaro una respuesta negativa, y moverla en forma horizontal es de hecho señal de consentimiento.

Los búlgaros sonríen raras veces ya que les desagrada mostrar sus emociones ante los extraños. Esta ceñuda seriedad de la que los búlgaros no nos estamos dando cuenta llama fuertemente la atención y está siendo acogida como una manifestación de educación deficiente y frialdad. Sin embargo, una vez que el extranjero haya comprobado el genio campechano y empático del búlgaro ya cambia rápidamente de opinión y hasta “se arrepiente” de haberse dejado sucumbir tan a la ligera a las apariencias.


Mesas festivas opíparas, jolgorio y juergas hasta el amanecer. Si hay algo que los búlgaros hemos llegado a dominar a la perfección es la capacidad de desahogarnos y divertirnos a pesar de las crisis económicas y la estrechez crónica. Los extranjeros no acaban de entender cómo Bulgaria al ser uno de los países más pobres de la Unión Europea tiene a sus centros de restauración y de ocio repletos a rebosar: desde la tasca en la aldea más recóndita y despoblada hasta las tabernas, cafeterías y restaurantes gourmet de las gramdes ciudades.


Los zapatos hay que quitárselos al entrae en la casa. Si se invita a un extranjero ir de visita a un hogar, deberá tomar en cuenta la siguiente particularidad búlgara asociada al gran apego de los búlgaros a la pulcritud, que en ocasiones se convierte en algo patológico. Hay que estar preparado al traspasar el umbral de una casa a que le inviten a quitarse los zapatos para no ensuciar la alfombra o el parqué de roble. A tal efecto se le suelen ofrecer unas cómodas pantuflas que le harán sentirse como en casa.


La cocina búlgara es picante, frecuentemente con mucha sal, a veces con grasa y más bien oriental. La ensalada shopska, el pastel de hojaldre bánitsa, la parrillada mixta, las patatas fritas con queso blanco rallado, entre otros platos lugareños, son apreciados por el visitante extranjero. Hay que decir, sin embargo, que muy a menudo lo picante, lo salado, los condimentos y los aromas fuertes le parecen excesivos. Además, no siempre están siendo acogidos sin reservas platos populares en Bulgaria como la sopa de callos, la sopa fría de yogur y pepino tarator, las orejas de cerdo a la parrilla y las bebidas bozá y ayrán, entre otros muchos manjares extraños, a veces insulsos, y otras veces demasiado picantes o grasientos para el gusto extranjero.

Derramar delante de uno un jarro de agua a guisa de enhorabuena antes de iniciar tal o cual empresa es otra de las costumbres. Los búlgaros estamos convencidos de la fuerza purificadora y regeneradora del agua. Así que no es estremezca si antes de emprender el camino al aeropuerto, el anfitrión derrame agua delante de uno. Cuando un miembro de la familia sale del hogar para dirigirse a un evento especial, como podría ser el primer día de clases, el día de un examen, el del baile de bachillerato, se practica siempre este rito del agua a la puerta de la casa, acompañado por votos de éxito y de buen viaje. En tales momentos no hay que regresar a la casa bajo ningún concepto para recoger el pasaporte olvidado en la mesita de noche, porque la magia de los votos se va a difuminar y la buena suerte le va a abandonar.

Versión en español por Mijail Mijailov

Fotos: Pixabay, BGNES, archivo



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