Perdido entre los Ródopes orientales, a tan sólo 100 metros de la frontera búlgara con Grecia, se encuentra el pueblo de Kushla. No hace mucho, en los años 70, su población contaba más de 300 personas pero hoy viven allí apenas 22 jubilados, tal como nos lo cuenta su alcalde, Sevdalin Hadzhiev. Los jóvenes huyen en busca de trabajo a la ciudad más cercana, Zlatograd, o al extranjero - principalmente a Alemania. Las antiguas casas de piedra del pueblo parecen el decorado de una película histórica, e impresionan… pero, poco a poco, van desmoronándose: en ellas ya no vive nadie, o bien, sus habitantes no tienen la posibilidad de mantenerlas. La vida de los lugareños no es fácil y, sin embargo, es cautivadora la vitalidad y la paz que transmiten, la armonía en que viven consigo mismos y con el mundo que les rodea, su gratitud por todo aquello que la vida les ofrece, y su disposición para ayudar de buena gana a quien puedan, en lo que puedan.
Esta zona destaca por su naturaleza salvaje y sus curiosas formaciones rocosas. Uno de los tesoros de Kushla, el cual atrae a visitantes de cerca y de lejos, es el llamado "oro negro de los Rodopes": el mumio. Aquí se encuentra el único yacimiento de mumio de Bulgaria, más conocido en el resto del mundo como shilajit, y tradicionalmente asociado a las zonas asiáticas de Rusia y el Himalaya. También lo encontramos con el nombre de "lágrima de montaña". El mumio es un barro o resina negra pegajosa que se extrae en nichos rocosos, y que se caracteriza por sus propiedades curativas. En esta región en concreto, el mumio es extremadamente rico en calcio, hierro y magnesio. Su nombre proviene de la palabra griega "mumia", que significa "cuerpo conservado". Los lugareños lo utilizan sobre todo para curar fracturas, problemas con las articulaciones y otras dolencias, tanto en las personas como en los animales. Fueron sus abuelas y sus bisabuelas quienes les enseñaron a hacer uso de este oro rodopiano:
"El mumio es curativo. Viene directo de la tierra, de lo más profundo. La gente se ha percatado de que tomarlo es beneficioso. Antes, cuando íbamos al bosque todos juntos, con las abuelitas, ellas se lo comían tal cual. Bolitas de barro. Las mascaban como si fuera chicle, sin disolverlas en agua ni nada. Desde tiempos remotos que se hace así. La de veces que le hemos ayudado a alguien, dándole un poco de este “barro”... Y a la vista está el efecto, ellos mismos lo reconocen. Sobre todo ayuda con huesos rotos...", cuenta una lugareña.
La gente local presume de que incluso el ex primer ministro Boyko Borisov curó un trauma que tenía usando el mumio de Kushla. Lo envían a menudo incluso por mensajería, a distintas partes del país. Lo encargan personas que necesitan del "milagro de los Ródopes", y luego muchas de ellas llaman para dar las gracias y compartir que la terapia ha tenido éxito.
La extracción de este auténtico regalo de la naturaleza no es nada fácil, ya que requiere de condiciones y conocimientos especiales, explica Galina Stefanova, de BNR-Kardzhali:
"La veta, como ellos la llaman, es sólo una, y se encuentra en un lugar concreto. Excavan a gran profundidad, hasta 3-4 metros, incluso más. No se puede hacer en cualquier momento, se necesitan unas condiciones meteorológicas particulares. Sacan la “arcilla” a mano. La limpian de piedras y otras cosas. Las mujeres hacen bolas negras del tamaño de una manzana mediana, de unos 200 g. Después secan esas bolas al sol durante unos cuántos días. Y al final, lo disuelven en agua y se lo beben".
La historia del origen y el nombre del pueblo también es interesante. Nos la cuenta el alcalde Sevdalin Hadzhiev:
"Kushla significa algo como “establo”. Nuestra gente emigró de Grecia. Solían tener establos en esta zona. En verano venían aquí, y en invierno se iban a Tracia Occidental. Luego, cuando fue trazada la frontera, unos se quedaron en este lado, y los otros al otro. Nuestros abuelos tenían hermanas y hermanos en Grecia".
Hoy a veces ocurre que los lugareños pueden tener problemas con las autoridades fronterizas porque su ganado, mientras va rumiando la hierba, se encuentra de pronto "al otro lado de la frontera", en territorio griego.
En el pueblo no hay ni tienda, ni médico, ni farmacia. De los grifos de Kushla empezó a correr agua hace tan sólo 12 años. Pero, como ya hemos dicho, la gente de aquí vive feliz, y su receta para la felicidad es vivir en la tranquilidad, y tratar de no atormentarse con cosas que no dependen de uno mismo y que no puede uno cambiar. Subsisten con la ayuda de sus propias granjas, y sus pequeñas pensiones. Y, cuando les preguntamos con qué llenan sus días en este remoto pueblo, una de las abuelas de Kushla lo explica:
"En casa, trabajo hay todo el que quieras. Tenemos una vaca, un ternero y un burro. En verano nos dedicamos a nuestros jardines. Nos lo pasamos muy bien. Mi hija o mi hijo tienen coche, y me traen lo que haga falta - comida a granel, todo en cantidades grandes - azúcar, aceite, pasta, cuscús, lo que se necesite en casa".
Por ahora, el pueblo está conectado con la pequeña ciudad de Zlatograd, situada a 30 kilómetros, mediante un autobús que circula en días puntuales. “Incluso en invierno, no hay problemas para acceder al pueblo, ya que limpian la carretera regularmente para mantenerla transitable”, asegura el alcalde del pueblo, Sevdalin Hadzhiev. Un alcalde a quien los lugareños valoran mucho y a quien llevan reeligiendo desde 2014.
Autor: Miglena Ivanova con el reoprtaje de Georgi Argirov, Mehmed Rejeb y Galina Stefanova de BNR- Karzhali
Versión en español: Alena Markova
Fotos: BNR Kardzhali
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