De pequeños, todos soñábamos con tener todo el tiempo del mundo para jugar y anhelábamos poder disfrutar de montones de dulces antojos. Entre ellos, uno de los favoritos es, por supuesto, Su Majestad el Chocolate. Los primeros registros de su aparición se remontan a 2000 años antes de la Nueva Era, cuando los habitantes del territorio de México preparaban una pasta especial de cacao. Luego la mezclaban con agua, vainilla, miel y otras especias, creando una bebida deliciosa. Las civilizaciones posteriores reconocieron que el cacao era extremadamente útil, llegando incluso a convertir los granos de cacao en una moneda de cambio, con la que comerciaban.
Hoy en día, para muchas personas, el chocolate es una fuente constante de felicidad porque su consumo estimula la producción de endorfina, la "hormona de la felicidad". La calidad y los sabores varían, pero quienes se sienten tentados por las creaciones chocolateras menos convencionales, saben que el mejor lugar para encontrar algo diferente es en las tiendas especializadas o talleres artesanos donde esta dulce tentación es elaborada ante sus propios ojos. Hoy descubrimos un lugar así en el corazón de la ciudad de Vratsa, donde Mihaela Kateva, una búlgara apasionada del chocolate, ha creado su reino chocolatero:
"Hace algún tiempo estuve en Inglaterra, trabajando como directiva en una empresa de fruta, y allí ahorré gran parte del dinero que invertí en mi negocio”, cuenta Mihaela en una entrevista para Radio Bulgaria. “Aquí trabajo con unas máquinas profesionales que son las mejores del mercado, y que están fabricadas en Italia. Además, todos los productos que usamos para nuestras creaciones son de la mejor calidad. Intentamos ser competitivos en el mercado, aunque estemos en una ciudad pequeña como Vratsa (noroeste de Bulgaria). Y tratamos de cumplir los requisitos de lo que pretendemos ser: un pequeño taller de chocolate. Actualmente ofrecemos unos chocolates franceses muy interesantes: con sabor a frambuesa, a yuzu (una mezcla entre limón y naranja), a fruta de la pasión, a fresa… todos elaborados con ingredientes de altísima calidad. También los utilizamos en nuestros bombones artesanales".
Mihaela adquirió una experiencia inestimable en chocolatería en Eslovenia, donde estuvo de prácticas 3 meses, invitada por un maestro chocolatero local:
"¡Fue genial! Justo cuando fui yo, coincidió con las cuarentenas de la pandemia y, en consecuencia, cerraron absolutamente todo. En el hotel donde me alojaba estaba yo solita", recuerda la chocolatera. “Cuando llegué, mi anfitrión recibió un pedido muy grande de un país vecino de Eslovenia, y me pidió que participara en el proceso de producción de los bombones de lunes a sábado, y para el domingo habíamos acordado que nos dedicaríamos a experimentar: crear nuevas recetas y poner en práctica las ideas que yo tuviera, o las suyas, aún sin probar. Básicamente, los domingos trabajábamos en absoluta sincronía, y el resto del tiempo, producíamos más o menos unos 6.000 bombones al día, entre tres personas. Así fue durante todo un mes, en el que les ayudé bastante. Lo pasé de maravilla en ese tiempo que estuve allí".
Hoy, Mihaela aplica en su propio taller todo lo que aprendió de su maestro esloveno. Inspirándose en los envoltorios que utilizaban allí, ella crea su propia especie de "sobres", en los que ofrece dulces mensajes a sus clientes, mientras juega constantemente con diferentes combinaciones de sabores:
"Experimentamos mucho y algunos de los sabores que tenemos en estos momentos, los mantenemos desde los comienzos del taller de chocolate. Por ejemplo, el de melón y bacon. Luego, conocí a un maestro de sushi que me dio wasabi y entonces creamos nuestro bombón de wasabi y mango. También jugamos con otras combinaciones poco habituales de dulce y salado, como la de pimienta, cereza y chocolate negro, o la de guindilla con chocolate negro. Y tampoco nos olvidamos de las personas que no pueden tomar tanto dulce. Para ellos, ofrecemos bombones con sustitutos del azúcar, para que también puedan disfrutar de nuestras delicias chocolateras. Ofrecemos, por supuesto, distintos porcentajes de chocolate negro, no sólo blanco o con leche".
Mihaela Kateva es feliz de que, siendo profesora de un instituto de Varshets, puede inspirar a sus alumnos para que eligieran la profesión de panadero-confitero. Algunos de ellos ya han aplicado sus conocimientos en su taller, preparándose para diversos concursos culinarios. Su consejo para los jóvenes es que hagan aquello que les gusta y que desarrollen su potencial en Bulgaria, creando su propia empresa con la ayuda de los diversos programas europeos que están hoy en día a su disposición.
Autor: Yoan Kolev
Versión en español: Alena Markova
Fotos: archivo personal
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