Cada pueblo tiene en su tradición símbolos o atributos llamados a proteger el hogar del mal. Los tiene también el pueblo búlgaro. Suele ser un icono o imagen divina pero antaño, además de estos medios existían otros, no necesariamente relacionados con la religión, que estaban llamados a proteger la familia y transmitir de generación a generación información sobre los ancestros.
Por ejemplo, un mantelito bordado a mano podía servir para este fin o bien un traje de novia ricamente ornamentado con figuras bordadas a mano.
Tradicionalmente, las niñas de la casa debían —antes de cumplir los dieciséis— preparar su ajuar con sus propias manos y bajo la atenta mirada de la madre o la abuela. Junto con la habilidad de tejer y manejar el telar, la moza iba adquiriendo así conocimiento de los símbolos del mundo y de la sabiduría y aprendía a ordenarlos de manera que transmitan un mensaje.
En alguna parte disimulada del vestido de boda, la novia dejaba un pequeño pedazo sin bordar. Al cabo de muchos años, siendo ya mayor, la mujer cosía allí unos signos que contaban cómo había transcurrido su vida, cuántos hijos había traído al mundo, si habían ocurrido guerras; si las cosechas habían sido buenas y otros testimonios sobre hechos importantes. Según la tradición, la mujer era enterrada vestida con su traje de novia para que Dios la pudiera identificar.
Los folcloristas se han percatado en sus viajes por Tracia, Macedonia y Mesia de que los trajes típicos de las diferentes regiones de la geografía nacional tenían muchos elementos comunes. Uno de estos elementos se llama suvra. Se trata de una sucesión de rombos, que se comunican entre sí por las puntas. Esta figura significa que los caminos de las personas deben ser paralelos, pero siempre deben de tener puntos de intersección para que la gente se comunique entre sí y logre el entendimiento. Las más de las veces este ornamento solía estar bordado en la almohada de los recién casados como un voto de larga vida y entendimiento.
En nuestras tierras desde tiempos remotos es venerado san Jorge. En las alfombras de Chiprovtsi, localidad muy conocida por los hermosísimos tejidos de sus artesanos, siempre está representada y en hilos blancos, la figura estilizada del caballo como una reminiscencia de la figura de san jorge. Si el caballo está sin jinete, simboliza el sol y es la fuerza que acciona los mensajes solares. En proximidad, la bordadora o tejedora solía representar una serpiente, símbolo de las fuerzas telúricas.
Otra figura muy característica de los trajes de boda es la figura humana, muy estilizada. Puede ser simétrica o no, dependiendo del temperamento del bordado. La longitud de las piernas de esta figura expresaba los años de vida del bordado. Al pié de este jeroglífico suele estar representada un ave, que llevará el alma del dueño o dueña de la prenda al más allá. Esto recuerda mucho los jeroglíficos egipcios.
Un detalle curioso es que independientemente de si era cristiano, musulmán o pagano, el antiguo habitante de las tierras búlgaras creía en su propia inmortalidad. Así lo evidencian muchos símbolos que ha dejado.
Resulta también interesante el hecho que los símbolos representados en los trajes y tejidos son idénticos en toda Bulgaria salvo la llamada región Shope, o sea Sofía y las tierras vecinas. El lenguaje de sus habitantes se asemeja mucho al lenguaje universal. Además de representar símbolos comunes a los símbolos egipcios e hindúes, el caballo es casi idéntico al jeroglífico chino y una arañita que suele verse con frecuencia en los bordados es muy similar a las figuras representadas por los mayas. En su versión búlgara, la arañita tiene las patas orientadas en sentido de las agujas del reloj y simboliza el ciclo vital de la naturaleza.
Además de las prendas bordadas o tejidas, ostentan símbolos también las alhajas femeninas. Algunos de estos símbolos eran mágicos y otros encerraban información sobre hechos históricos.
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