Hasta nuestros días el Día de San Juan, Eniovden, sigue siendo una gran fiesta no obstante los cambios en el modo de pensar de la gente. Siempre se festeja el 24 de junio, el día en que la Iglesia Ortodoxa Búlgara conmemora el natalicio de San Juan Bautista. Según las creencias populares, en esta fecha el sol ha alcanzado el punto final de su viaje desde el invierno hacia el verano y debe emprender el camino de regreso. Antes de esto, sin embargo, se detendrá para descansar, bañarse en el agua viva y despedirse de los lugares que volverá a ver el próximo año. El día de San Juan Bautista, el sol bañado y rejuvenecido, sale muy temprano y baila con alegría. Es bueno que uno vea su baile y que el sol vea a las personas en estas horas mágicas para bendecirlas con salud.
Como es sabido el día de san Juan las hierbas curativas y el agua adquieren fuerza especial. Después de bañarse, el sol da al agua propiedades curativas y la ha enviado a la gente. Según las creencias del pueblo búlgaro, este día, el agua brota incluso de los manantiales secos. Las hierbas curativas recogidas antes de la salida del sol pueden curar todas las enfermedades que en las creencias populares suman 77 y media. Los curanderos saben concretamente cuáles son las hierbas medicinales que curan las 77 dolencias. La media es una enfermedad desconocida para la cual no hay un remedio. Se recogen 77 hierbas curativas después de lo cual los curanderos cierran los ojos y cortan la parte superior de la hierba que han tomado al azar. Se cree que la hierba medicinal cortada con los ojos cerrados remedia la enfermedad desconocida. De estas 77 y media de hierbas curativas se hace un ramo, con el cual durante el año se curan personas y animales. Aparte de los curanderos, las muchachas, las novias y las mujeres ancianas recogen hierbas curativas este día. En todas las regiones del país existen canciones especiales que se ejecutan este día y que versan de los ritos que se realizan el día de San Juan.
Hasta principios del siglo XX existía el rito de Eniova bulia, o sea, la novia de Enio, dedicado a un ser mítico que es personaje central en los ritos de las jóvenes. Escogían a una niña que era la última en nacer en la familia y cuyos padres estaban vivos. Su traje era igual al de una novia. Mientras vestían a la niña, las mozas tenían que cuidarla para que no pisara el suelo porque esto traería mala suerte. Por esto llevaban a la niña en los hombros o se sentaba en el regazo de alguna de ellas. Las mozas recorrían todo el pueblo con la nova de Enio. Se detenían frente a cada casa y fuente de agua y cantaban canciones y bailaban rondas típicas búlgaras. Después se encaminaban al río, los viñedos y los campos. Regresaban a la misma casa de la cual habían salido. Este círculo simbólico que hacían las mozas prevenía al pueblo de males, garantizaba fertilidad y bienestar para todos.
La segunda parte del rito consistía en adivinanzas de amor y matrimonio. En vísperas del día de san Juan las mozas amontonaban sus ramos de flores. Los colocaban en un recipiente nuevo lleno de agua que habían traído cantando y bailando rondas típicas. Antes de que la niña sacara unos tras uno los ramos de flores, las mozas entonaban diferentes canciones mediante las cuales adivinaban la profesión del futuro marido de cada una de ellas.
El día de san Juan se adivina la salud viendo la sombra de la persona. En los altos lugares encendían fuegos que semejaban el fuego celestial. El cuco que era predecesor de la primavera cantaba solo el día de san Juan, ya que entonces el verano emprendía su camino de regreso. En vísperas de la fiesta en algunas regiones encendían todos los hogares con un “fuego nuevo”.
Versión en español por Hristina Taseva
Fotos: BGNES
