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Profesión anticuario: Vladimir Georguiev

Foto: Tatiana Obretenova

A primera vista, el anticuario es simplemente un comerciante de objetos antiguos: libros, cuadros, diferentes objetos de arte. Sin embargo, cuando uno entra en una tienda de antigüedades queda encantado por el apasionado guardián de un pasado de los cuentos de hadas. Les presentaremos a un mago que posee un pequeño almacén en uno de los grandes hoteles capitalinos. Vladimir Georguiev nació en Sofía, su signo es Virgo, es decir es un perfeccionista absoluto. Se graduó en medicina pero cura solo a los objetos antiguos. Está enamorado de las antigüedades desde pequeño y a los 58 años sigue convirtiendo objetos olvidados en sótanos en una bella decoración. “Las antigüedades nos dan mucho, ya que llevan el espíritu del tiempo”, dice él.

”Si un objeto ha pertenecido a una personalidad famosa éste lleva parte del espíritu de esta persona”, cuenta Vladimir. “Además, trae a la casa un ambiente agradable que no pueden dar los objetos modernos. Las antigüedades son muy diferentes. Se venden más las que sirven para decorar el hogar. En Bulgaria estos objetos son muy escasos y por esto los compramos desde el extranjero. Se trata de figuras de porcelana que representan animales o aves, juegos de té o café, esculturas de piedra, objetos de estaño de la empresa alemana VNF”.

La pasión del anticuario tiene raíces en su infancia, está convencido Vladimir Georguiev. “Desde pequeño visitaba casi todas las exposiciones. Mis padres me llevaban al teatro y a la ópera. El contacto con el arte me orientó a esta profesión. Mi primera colección era de cajas de cerillas. En esa época estudiaba en la primaria. Coleccionaba estampillas búlgaras que hoy no tienen ningún valor”. Hay cosas de las cuales Vladimir Georguiev nunca se separaría, por ejemplo, los sables búlgaros.

“Poseo el sable de uno de los asistentes del zar Fernando (1887-1918), el general Alexi Stoyanov. Era una persona alta y esbelta y su sable es del tamaño más grande. Lo compré hace muchos años de su hija, la dama de compañía, Nadia Stoyanova. Le conocí gracias a una familiar suya que había sido secretaria del zar Boris III. Nadia poseía muchas fotografías y guardaba también el uniforme del general”.

En Bulgaria no hay un número suficiente de objetos antiguos para muchos anticuarios. Los clientes tampoco son numerosos, sobre todo ahora en la crisis. Muchos de los búlgaros adinerados no viven en Bulgaria y si necesitan antigüedades las compran desde el extranjero, explica Vladimir Georguiev. En sus palabras, los empresarios invierten en antigüedades pero son pocos los que tienen una actitud hacia el arte. Los intelectuales no tienen posibilidades financieras para comprar objetos antiguos.

“En el mundo existe gran interés hacia las antigüedades porque su precio no deja de crecer. Con mayor facilidad se vende lo que cuesta mucho. Si los ricos están convencidos de que el objeto es muy valioso y raro no dudan en comprarlo porque hacen una buena inversión. En Bulgaria, la profesión del anticuario poco a poco va desapareciendo. Los jóvenes no muestran interés pero en el extranjero la mayoría de los anticuarios también son personas jubiladas. Allí de este negocio se gana mucho. Cabe decir que respecto a los precios de los objetos modernos los de las antigüedades son más bajos. Por ejemplo, ropa en que se han invertido 5 euros puede llegar a costar de 200 a 400. Parte de las antigüedades costaban más de lo que cuestan ahora. Por ejemplo, las joyas adornadas de diamantes”.

La profesión seguirá viva hasta que haya aficionados al bello interior que desean estar rodeados del estilo art déco, el secesión, el estilo imperio, el rococó, explica el anticuario. Una vez en el extranjero compré una pequeña acuarela de un pintor desconocido. Estaba escrito que la imagen era de San Fernando. La cara era del zar búlgaro Fernando pintada con un nimbo igual que la de un santo”. En realidad, las historias curiosas de anticuarios son tantas que se han convertido en leyendas urbanas.

“Hace 30 años, un colega mío decidió comprar una moneda de 2 levas de 1916. Después decidió venderla y la llevó al taller de un numismático. Otro numismático supo de esto y le dijo: “Has vendido la moneda por poco dinero, te daré más para ella si me la vendes a mí”. Mi colega le pidió al primer numismático que se la devolviera diciéndole que era falsa. Éste se la entregó y volvió a tomar el dinero. Cuando mi colega fue donde el otro coleccionista, calentaron la moneda y el seis de la inscripción cayó. El primer numismático le había devuelto una moneda falsa”.

El mundo de las antigüedades está estrechamente vinculado con las artes. “En las mayores empresas de porcelana trabajaron excelentes escultores. Los mejores diseñadores hicieron prototipos de juegos de té y café de plata”. Este arte antiguo necesita ser restaurado. Es un proceso largo y complicado que requiere la labor de orfebres, químicos, restauradores de papel, cuadros, iconos, porcelana, madera, etc. “En Bulgaria es difícil encontrar restauradores de objetos de los siglos XV a XVIII. Las antigüedades no deben parecer desgastadas y utilizadas”.

“Lo que se oferta como “beso del tiempo” para mí es inaceptable. Los objetos antiguos deben tener el mismo aspecto del momento en que fueron elaborados. El presidente francés no está sentado en una silla cuyo revestimiento de oro ha desaparecido por el uso ni el interior del presidente ruso parece obsoleto. Todo esto ha sido restaurado”.

Vladimir Georguiev está convencido de que lo antiguo tiene más valor que lo moderno. Lo que se elabora hoy es se usa poco tiempo. Uno compra un teléfono y después de dos años lo echa a la basura o cambia el coche que ha usado 5 años porque ya no le gusta. Si compra un coche de los años 20 del siglo XX vaya donde vaya despertará mayor interés que en un Mercedes Clase S”, es categórico el anticuario.

Versión en español por Hristina Taseva



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