Tutrakán es una ciudad vinculada a la pesca desde tiempos inmemoriales. Las buenas condiciones para atrapar sabrosos peces en el río Danubio y los pantanos de los alrededores proporcionaban el medio de vida y contribuían al florecimiento de la población a lo largo de los años. Según los hallazgos arqueológicos, la pesca era conocida en esta zona ya en el Paleolítico, 8000 años a.C.
La pesca sigue siendo el principal medio de vida para algunas familias de Tutrakán también hoy en día. Muchos testimonios de las tradiciones relacionadas a esa actividad se conservan en el Museo de la Pesca y la Construcción de Barcas, en Tutrakán. No por casualidad los lugareños tienen la fama de ser los mejores pescadores y artesanos de barcas en el curso inferior del Danubio.
El museo fue fundado hace 40 años, y la colección se enriquece continuamente con nuevos hallazgos y documentos ofrecidos por los pescadores. La exposición está dispuesta en siete salas por orden cronológico para que se pueda rastrear el desarrollo de las herramientas y técnicas de pesca desde la antigüedad hasta nuestros días. En el museo se pueden ver cañas de hueso y de cobre, pesas de arcilla para las redes de pesca, todo tipo de redes hechas de fibra vegetal, etc.
“El Museo de la Pesca es único en su género en Europa y está enteramente dedicado a esta ocupación tan antigua – afirma Velichko Atanásov, curador de la exposición en Tutrakán y admirador apasionado de las cañas, los botes y las redes –. Nuestro museo atrae a gran número de turistas cada año, y está incluido en la lista de los 100 sitios de interés turístico más importantes de Bulgaria. A menudo viene gente de otras ciudades de la ribera del Danubio y comparten sus tradiciones relacionadas con la pesca. Los turistas se convierten en nuestros colaboradores; nosotros investigamos la información facilitada y en la mayoría de los casos ésta pasa a formar parte del archivo recogido en Tutrakán. Los objetos expuestos son más de 1800 pero deben verse in situ. Para mí, como pescador, es especialmente interesante un pequeño dispositivo que imita el sonido emitido por el siluro en la época de reproducción, atrayendo a los grandes peces, que suben del fondo a la superficie del estanque donde se les puede pescar. Aquí se pueden ver algunas herramientas olvidadas desde hace tiempo, como una red de fibras vegetales. Últimamente, jóvenes pescadores de la ciudad usan nuestro modelo para hacer una red de este tipo. Se caracteriza por moverse bajo la barca y cuando los peces suben a la superficie caen fácilmente en ella. El museo cuenta con materiales documentales que muestran las formas más difundidas de pescar en la sección búlgara del río. Además de las pantallas de vídeo en las salas del museo, disponemos de un teléfono especial. En su auricular el visitante puede escuchar historias auténticas contadas por el pescador más anciano de la ciudad, que ha tenido la suerte de pescar tres veces el “pez de oro”. Así llamamos a los esturiones rusos y a la beluga, de los que se obtiene el caviar negro; son peces extremadamente valiosos y deliciosos. Ya casi no se encuentran, y está prohibido pescarlos en el Danubio. Podemos presumir de una maqueta de un molino flotante como los que había en la ciudad hace un siglo. Antaño se molía la harina utilizando el viento, pero Tutrakán está situado en una zona poco ventosa. Por eso los constructores de barcas inventaron los molinos flotantes. Tenían la plataforma de un barco y estaban ancladas en las bahías del río. Para accionar las ruedas, en vez del viento la gente aprovechaba la fuerza de la corriente del agua, que es de siete kilómetros por hora. Según información de los lugareños, a principios del siglo pasado en Tutrakán había unos 25 molinos flotantes. Gran parte de ellos se hundieron por la deriva de hielo en el río, otros fueron quemados y ningún molino original ha sobrevivido hasta nuestros días. Actualmente, los visitantes están curiosos por ver la maqueta que muestra la tecnología utilizada por nuestros antepasados para moler el trigo”, concluye Velichko Atanásov.
Versión en español por Marta Ros
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