Cada cierto tiempo el Ayuntamiento de Sofía convoca un concurso para la construcción de un monumento a Iván Ivanov, ex alcalde de la capital, líder en la duración de su gestión .Sin embargo, resulta que crear un sitio para rendir homenaje eterno a un patriota que había combatido en más de una guerra por la Patria y había llevado la civilización a una ciudad errática en su atraso, es obra tan irrealizable como la de tratar de derribar un monumento de un invasor. Y, como el destino se complace en hacer caricaturas de la realidad, los continuadores de las personas cuyas sombras belicosas se alzan amenazadoramente también hoy, tras haber encarcelado en una época pasada al alcalde más meritorio y, varias generaciones después, se empeñan en hacer hasta lo imposible por que el olvido de aquella personalidad luminosa borre sus visiones sobre el pasado y para la época actual.
Iván Ivanov fue hijo de un coronel, muerto en la Guerra Interaliada, y descendiente del caudillo rebelde contra el dominio otomano, Jadzhi Dimitar, por parte de madre. Como descendiente de una estirpe renacentista, Iván Ivanov, nacido en 1891 en Sliven, llevaba en su fuero interno un espíritu patriótico. Así, cuando estallaron las guerras balcánicas, él abandonó sus estudios de ingeniería hidráulica en Múnich y se apuntó voluntario. Combatió en la Primera Guerra Mundial. Estando en la patria y aprovechando sus conocimientos y entusiasmo desplegó esfuerzos por contribuir al desarrollo de la capital de Bulgaria y en 1928 se convirtió en uno de los proyectistas y ejecutantes principales de la que se dio en llamar “La ruta del agua”.
Iván Ivanov, junto con sus colegas del Departamento de Acueductos concibió, hace un siglo, la forma para suministrar agua a Sofía y se atrevió a soñar con un acueducto que se iniciara en la montaña Rila y llevara a la capital agua cristalina de la montaña, dice Vili Lilkov, promotor de la proposición de erigir un monumento al ilustre alcalde. El acueducto de Rila fue una instalación ingenieril enorme en cuyas obras de construcción correspondió a Iván Ivanov un papel fundamental. Sus méritos movieron al gobierno de Kimon Gueorguiev a nombrarle alcalde en 1934. Si no fuera por esos antecesores nuestros, quienes hace casi un siglo fueron unos auténticos visionarios, hoy en día Sofría habría afrontado un problema grave con el agua, que habría sido de calidad muy inferior y mucho más cara.
Tras ocupar el cargo de alcalde de Sofía, Iván Ivanov dispuso concluir las obras de construcción del Rectorado universitario, mandó construir el Palacio de Justicia, los Ministerios de la Guerra y del Interior, la Sala “Bulgaria”, las Bibliotecas Nacional y Municipal, el Teatro Musical, El Palacio de Correos, la piscina “María Luisa”. Es un hecho casi ignorado que él recompró la concesión desventajosa para el suministro eléctrico de la ciudad al concesionario belga y así frenó el aumento del precio de fluido eléctrico. También consiguió poner fin al caos provocado por tropeles de refugiados que, procedentes de los territorios perdidos, literalmente en días escasos se apoderaron de centenares de hectáreas de tierra en las que construyeron sus barracones de madera. Por medio de la disposición−ley sobre las construcciones en la capital, Iván Ivanov creó un nuevo plan de ordenamiento urbanístico, en consonancia con el espíritu de las modernas urbes europeas.
Luego llegó el 9 de septiembre de 1944 y comenzaron las arbitrariedades del nuevo poder.
Vili Lilkov dice: Iván Ivanov fue acusado de ser agente y fascista alemán por haber cursado estudios en Múnich. El llamado “Tribunal del pueblo” insistía en que se le condenara a perpetuidad pero, al no encontrar pruebas suficientes, la condena tuvo que ser rebajada a 15 años de reclusión penitenciaria severa. Iván Ivanov pasó un año de su reclusión trabajando en la mina “Pirin” y en Brezhani, luego fue enviado a trabajar en las obras de suministro de agua a la ciudad de Varna. Cuando un día surgió un problema en las obras de construcción de la presa “Iskar” y el gobierno comunista solicitó asistencia de la entonces Unión Soviética, se le respondió: “Vds. tienen el mejor especialista, sáquenlo de la cárcel y él les construirá la presa. Fueron tristes los días posteriores ya que cada mañana dos milicianos −agentes de la policía− custodiando a Ivanov, lo llevaban al cuarto de proyectistas y cada tarde lo volvían a acompañar hasta su celda. Cuando se puso en explotación la presa “Iskar” y se volvió patente que el mérito por el éxito de aquella obra era íntegramente suyo, Iván Ivanov fue, por fin, rehabilitado. No obstante, no se habría merecido, según el rasero del poder comunista, el honor de asistir al acto de inauguración de su propia obra, ya que se le prohibió estar presente allí.
Recientemente, el Ayuntamiento de Sofía convocaba otro concurso más para erigir un monumento a ese legendario alcalde de la capital, pese a que en las convocatorias anteriores se hubieran presentado proyectos de buena calidad, según señala Vili Lilkov. Esperamos que algún día la estatua de bronce de Iván Ivanov acogerá a los habitantes de Sofía frente a la boca de la estación del metro ”Estadio Vasil Levski”, justo en el mismo lugar donde antaño brotó, por vez primera, el agua traída de la montaña Rila.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Archivo
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