El 11 de noviembre de 1952, a las 22:30, en el patio de la Prisión Central de Sofía fueron fusilados cuatro clérigos católicos. El obispo Evgueni Bosilkov y los sacerdotes Kamen Vichev, Pável Dzhidzhov y Iosafat Shishkov eligieron morir como mártires en nombre de la fe en vez de firmar los protocolos del proceso montado contra ellos. El régimen comunista gobernante en Bulgaria en aquella época tenía interés en borrar el recuerdo de ellos y su asesinato quedó envuelto en silencio hasta 1975, cuando Tódor Zhivkov –secretario general del Comité Central del Partido Comunista Búlgaro desde 1954 hasta 1989, que presidió el país desde 1962 hasta 1989, primero como jefe de Gobierno y después como Presidente del Consejo de Estado– confesó personalmente ante el papa Pablo VI en el Vaticano que se había cometido aquel crimen. La Iglesia, empero, nunca olvidó a sus mártires y el papa Juan Pablo II proclamó beato a los cuatro clérigos.
Con motivo del 65º aniversario del sacrificio de los cuatro sacerdotes, la comunidad católica de la ciudad de Bélene, en el norte de Bulgaria, liderada por el padre Paolo Cortesi, organizó a fines de la semana pasada un acto de reverencia nacional con una liturgia en la catedral de San José, en la capital, y con una oración y ofrendas florales en el Cementerio Central de Sofía (hasta la fecha se desconoce donde están las tumbas de los cuatro clérigos) y en el Memorial de las Víctimas del Comunismo.
Rendimos homenaje a los cuatro porque entre ellos hay un hijo de Bélene, el monseñor Evgueni Bosilkov. Antes de ser santos para nosotros, los católicos, los cuatro clérigos son buenos hijos de Bulgaria, gente inteligente, próceres de la consciencia de la nación que vivían sólo conforme la fe y haciendo el bien, dice el padre Paolo Cortesi.
Evgueni Bosilkov vino a este mundo en 1900. Fue bautizado en el día de su nacimiento. En un día desafortunado, mientras jugaba a orillas del Danubio cayo al río y el agua se lo tragó. Se salvó de milagro cuando su madre le pidió ayuda a la Madre de Dios, y, como un gesto de acción de gracias, lo prometió en servicio de la Iglesia de Cristo. Fue así como a los once años ingresó al Seminario de los Pasionistas, en la aldea de Oresh, en el norte de Bulgaria, y unos años más tarde fue enviado a Bélgica, Holanda e Italia para seguir con su preparación. Al cabo de diez años, Evgueni Bosilkov regresó a la patria y en 1926 fue ordenado sacerdote.
Evgueni Bosilkov recibió formación europea y hablaba 11 idiomas –cuenta el padre Paolo Cortesi.– Nos sirve de ejemplo para que leamos, sintamos curiosidad por el mundo que nos rodea y no dejemos de acumular conocimientos. Además, el beato Evgueni y los otros mártires fueron verdaderos clérigos. Su ejemplo nos anima a creer en Dios porque la vida no es sólo material. La tercera cosa importante que nos enseñan es el amor al prójimo; Evgueni Bosilkov ha servido durante 13 años en una aldea donde se desvelaba por los pobres y los jóvenes. Nosotros también podemos donar a las generaciones jóvenes cosas buenas como, por ejemplo, la fe y la educación, y obrar el bien.
En 1947 el papa Pío nombró a Evgueni Bosilkov obispo de la diócesis de Nikópol (una ciudad ribereña del Danubio). Mientras tanto su expediente en la Dirección de Seguridad del Estado fue abultando a 8,000 páginas. Gueorgui Dimitrov, el entonces secretario general del Partido Comunista Búlgaro y dirigente del país, le llamó junto con otros dos representantes del clero mayor para ordenarles que rompieran con la Iglesia Católica en Roma. Su negativa acarreó persecuciones, arrestos, torturas y, al final, fusilamiento. La vida de los religiosos hoy en día ya no corre peligro. No obstante ello, algunos sacerdotes también están siendo perseguidos a la hora de enfrentarse al odio, la incomprensión y el rencor. El propio padre Paolo Cortesi tropezó con la agresión de los nacionalistas cuando, movido por la caridad, dio cobijo a una familia de refugiados sirios en Bélene. Luego se vio obligado a abandonar Bulgaria.
Fue un gesto hecho por la comunidad católica local y no por mí –explica el clérigo, que volvió recién a este país– . Me sorprende cómo una obra buena y legal puede despertar tanto odio. Estos refugiados eran personas modestas. Todo lo relacionado con ellos fue acordado con la Agencia Estatal para los Refugiados y con Caritas. En mi vida había visto algo semejante, y espero que no vuelva a repetirse. A todos quienes quieran hacer el bien les deseo ser valientes y obedecer las leyes, el Evangelio y acatar los valores humanos porque debemos amar y ayudar no sólo con palabras sino también con hechos. Nuestra comunidad volverá a tratar de ayudar a los necesitados sin fronteras, tal y como ayudamos a muchos búlgaros, gitanos y refugiados. Por cierto, la mitad de los habitantes de Bélene son refugiados por el mundo porque aquí no hay trabajo, y yo espero que la gente ahí les acepte y les ayude.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Archivo personal
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