Hace más de 200 años, miles de búlgaros que huían de los los esclavizadores otomanos abandonaron su patria para establecerse en Besarabia. A lo largo de los años, el territorio donde se asentaron formó parte de las fronteras de Rumanía, Rusia, después de la Unión Soviética para entrar finalmente en el territorio de Moldavia y Ucrania. Durante todo este tiempo, su pertenencia étnica parece haber permanecido intacta, a pesar del país en el que se encuentren hoy o de la lengua oficial que se vean obligados a hablar. Esta es asimismo la conclusión de Mihaela Aroyo, autora del proyecto "Raíz" (Kóren), que captó en fotografías la historia de los búlgaros de Besarabia.
La idea surgió espontáneamente cuando en 2019 Mihaela asistió a una reunión anual de jóvenes búlgaros de Besarabia en la aldea moldava de Stoyanovka.
"Ese fue mi primer contacto con los búlgaros de Besarabia y me impresioné mucho al ver cómo nos recibieron y cómo conservan su cultura y su idioma, cuenta Mihaela Aroyo. Sentí una necesidad puramente personal, de seguir conociendo a esta gente, de comunicarme con ellos y fotografiarlos. Con el tiempo, este contacto se ha profundizado y espero que se convierta en una especie de puente entre nosotros, los búlgaros en Bulgaria y los búlgaros en Besarabia, Moldavia y Ucrania, para conocernos mejor, comunicar y crear unas conexiones útiles".
Durante sus encuentros con los búlgaros de Besarabia, Mihaela se da cuenta de que ellos, sobre todo los mayores, viven con una imagen idealizada de Bulgaria, parecida a una utopía que no pueden tocar. Al mismo tiempo, han aceptado su destino de refugiados y consideran como su deber mantener la diáspora al lugar donde viven. El afán de conservar sus raíces búlgaras también cuenta con el apoyo del Estado búlgaro a través de diversos programas. Lo mismo ocurre con el proyecto "Raíz" (Kóren), que se realiza con el apoyo del Fondo Nacional Cultura:
"Para mí, esta historia puede servir no sólo como un símbolo a nivel local, sino también como una forma para conectar a los búlgaros que viven en territorios distintos de Bulgaria, dice Mihaela Aroyo. Esta comunidad para mí tiene un sentido más global, porque en Besarabia viven muchas nacionalidades distintas: búlgaros, moldavos, rusos, ucranianos, gagaúzos, albaneses... Todos estos pueblos multiétnicos viven en armonía. Incluso consideran como una ventaja que a los tres o cuatro años ya están aprendiendo cuatro idiomas".
La misma Mihaela Aroyo es descendiente de inmigrantes españoles por parte de padre, y probablemente por eso el destino de los búlgaros de Besarabia la conmueve profundamente. Cuando les preguntó varias veces cómo les afectaba la guerra en ese momento, cómo perciben la cultura rusa antes y después de la guerra, le dieron una respuesta elocuente, relacionada con su sentido de identidad:
"Lo que caracteriza esta región es que la gente está acostumbrada a que la estructura estatal cambie con frecuencia", explica Mihaela y aduce un ejemplo: Una persona, que vivió entre las dos guerras mundiales, primero realizó sus estudios en rumano, luego, cuando el territorio pasó a formar parte de la URSS, estudió en ruso, y tras el colapso de la Unión y la separación de las repúblicas, se crearon nuevos Estados -Ucrania y Moldavia- con una nueva lengua. Puede parecer extraño, pero los besarabos están acostumbrados a estos cambios constantes. Por eso sus esfuerzos se centran conservarse como una comunidad, población, aldea o ciudad. A veces, cuando he reflexionado sobre ello, he llegado a la conclusión de que son los cambios constantes los que pueden haber contribuido a preservar su identidad porque es lo más seguro que tienen allí".
Fotos: Proyecto "Koren", Facebook /Mihaela Aroyo, Darina Grigorova
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