Con sus más de 8.000 años de historia, la ciudad de Sofía sigue siendo un enigma incluso para los autóctonos. "El tiempo en Sofía transcurre según sus propias reglas y, para captarlo de verdad en una fotografía, es necesario conocer muy bien esas reglas", cuenta el fotógrafo Ivan Shishiev, autor del exquisito álbum “Estudios de Sofía: 24 horas en la ciudad”, recientemente publicado. En nuestra conversación hemos estado hablando de la capital búlgara y de la belleza que esconde incluso en detalles de lo más cotidianos que a menudo pasan desapercibidos sin que apreciemos su riqueza. Si imaginamos la ciudad de Sofía como a una mujer, con un lado bello y otro, menos atractivo, entonces podremos realmente acercarnos a su esencia:
“El lado más bello de Sofía, que apenas ha cambiado, es el monte Vitosha. La vegetación convierte a esta ciudad en una ciudad extraordinaria. Suelo imaginar Sofía como una muchacha de ojos verdes, con su nariz ligeramente torcida, su pelo castaño y una dosis de belleza balcánica”, nos cuenta Ivan Shishiev en una entrevista para Radio Bulgaria. “Y, su lado menos atractivo nos conducirá a esos barrios poco afables que forman una parte inevitable de la ciudad pero que, con una cierta inversión, podrían llegar a convertirse incluso en lugares de moda. Sofía podría seguir el ejemplo de otras ciudades europeas, e incluso algunas ciudades de los Balcanes, donde los ayuntamientos incentivan a los propietarios que cuidan y mantienen concienzudamente los edificios en los que viven y, por otra parte, multan a quienes se niegan a hacerlo. Al fin y al cabo, vivimos todos juntos en esta ciudad, y la compartimos - no podemos culpar a nadie por el hecho de que la fachada de nuestro edificio no está arreglada o por que nuestro portal no esté limpio”.
El fotógrafo procura mostrar el lado bonito de la capital pero también conoce sus lugares menos agraciados, así como todos aquellos problemas de la ciudad que no se irán a solucionar con un simple toque de la varita