El verano se ha ido, ha llegado el otoño pero el tiempo sigue siendo lo suficientemente agradable como para hacer una caminata por la capital. Al deambular por las calles polvorientas, hay una cosa que no puede escapar de la atención del paseante: la profusión de inscripciones y diferentes personajes de tebeos pintados por autores anónimos cómodamente ocultos detrás de un seudónimo. El arte de las pintadas con espray o grafitos tiene sus orígenes en Nueva York en los años 80 del siglo pasado como arte de la calle; una forma de rebelión contra el sistema de reglas, y, por qué, no contra ciertas políticas.
Desde el principio los grafiteros están siendo perseguidos por la Policía, ya que una gran parte de la sociedad considera que lo que hacen es vandalismo. Pintarrajear sobre las fachadas de los edificios deteriora su aspecto y desfigura su apariencia original.
Algunas pintadas, sin embargo, hacen excepción e incluso podrían ser definidas como obras de arte. El grafito bien dibujado descuella con facilidad y atrae la mirada hasta de quienes detestan este tipo de arte. En muchas ciudades europeas hay espacios designados especialmente a los grafiteros donde éstos pueden presentar su arte, siempre y cuando se limiten a expresarse allí.
Cualquier intento de hacerlo en otro lugar es perseguido y conlleva multas severas. Y aquí es donde surge la pregunta de por qué en las ciudades búlgaras faltan semejantes espacios, y los garabatos indiscriminadamente pintarrajeados no se eliminan. Las medidas adoptadas por el Ayuntamiento de Sofía en este sentido no resuelven el problema, sino que luchan sólo con las consecuencias. Debido al creciente número de quejas por parte de los ciudadanos, referentes a fachadas ensuciadas por pintadas, los concejales están considerando instalar un sistema de videovigilancia para perseguir a los malechores. La multa por semejante acto oscilara entre 50 y 1250 euros, y se aplicará incluso a menores de 16 años, ya que están sujetos a responsabilidad penal en caso de que sean conscientes de lo que han hecho.
Además de la batalla contra las pintadas, el Ayuntamiento libra otra más: contra los carteles y anuncios pegados donde sea por toda la ciudad. La causa de ello es el insuficiente número de columnas de publicidad; en toda la capital hay 44 cuando son necesarias al menos 800.
Adaptado de dnes.bg por Yoán Kolev
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: BGNES
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