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¿Quién necesita de un conflicto con Moscú por la salvación de los judíos búlgaros?

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Foto: Archivo

Una anónima inscripción sobre el monumento al Ejército Soviético en Sofía que rezaba “Cien años de ocupación sionista” ha provocado sorpresivamente un nuevo episodio de tensión entre Moscú y Sofía. Un acto vandálico lamentable y condenado en la propia Bulgaria ha provocado una declaración política de María Zajárova, portavoz del Ministerio de Exteriores de Rusia, de que durante la II Guerra Mundial había sido precisamente la ofensiva del Ejército Soviético la que habría frustrado la deportación y la eliminación de los judíos en Bulgaria. En declaración de respuesta el Ministerio de Asuntos Exteriores de Bulgaria ha condenado la profanación del monumento como manifestación de antisemitismo pero ha destacado con sarcasmo que cuando los ciudadanos búlgaros se echaban en los rieles ante los convoyes que iban hacia los campos de exterminio nazis, cuando representantes de la élite política, económica e intelectual búlgara escribían cartas de protesta en defensa de los judíos y altos dignatarios de la Iglesia Ortodoxa Búlgara se sumaban a las filas de los judíos reunidos para la deportación, manifestando que éstos podrían ser llevados a los campos de la muerte únicamente con ellos, el Ejército Rojo se encontraba a miles de kilómetros de las fronteras de Bulgaria.

El jefe de Estado búlgaro, Rumen Radev, calificó la tesis de la portavoz del Ministerio de Exteriores de Rusia de que los judíos búlgaros habrían sido salvados en la II Guerra Mundial gracias al Ejército Rojo, de ”profundo desconocimiento de la historia o un intento de provocación”. La organización de los judíos en Bulgaria Shalom se solidarizó con las reacciones de Sofía pero no lo hizo con declaración expresa Ad hoc, sino haciendo recordar una posición suya del año 2011 en la que consideraba la salvación de los judíos búlgaros como fruto de las acciones emprendidas por la mayor parte del pueblo búlgaro, la Iglesia Ortodoxa Búlgara y la opinión pública no fascista en el país. La Embajada de Rusia en Sofía ha reconocido “la indiscutible contribución heroica del pueblo búlgaro, incluidos los representantes de los intelectuales y de la Iglesia Ortodoxa, a la lucha contra el nazismo e incluso a la salvación de los campos de la muerte de los judíos que vivían en Bulgaria” pero se ha mostrado preocupada por el hecho de que “las autoridades búlgaras no hayan tomado hasta el momento medidas eficaces para no admitir burlas con la memoria de los libertadores de Bulgaria y de Europa del fascismo”. A las reacciones políticas se sucedieron declaraciones de historiadores de los dos países.

Polémicas en similar orden cronológico se han visto este año en la tensión surgida por el 24 de mayo cuando en el día mismo de la Educación y Cultura búlgaras y de la Escritura Eslava, al reunirse en Moscú con George Ivanov, presidente de Macedonia, su homólogo ruso, Vladimir Putin, expresaba que la escritura eslava había llegado a Rusia desde suelo macedonio. En aquella ocasión el Ministerio de Exteriores de Bulgaria hizo recordar que la creación del alfabeto cirílico se había hecho por la voluntad y con la participación del Estado búlgaro, el propio patriarca ruso Kiril manifestó que el alfabeto había sido trasladado a Rusia por los búlgaros. En aquel momento el jefe de Estado búlgaro, Rumen Radev, se solidarizó igualmente con la posición del Ministerio de Exteriores de Bulgaria. Tanto en aquella ocasión como ahora, en lo tocante a las tensiones políticas por acontecimientos de la historia, los historiadores se han pronunciado después de que lo hicieran los políticos. Esta anomalía genera la pregunta, ¿a quién benefician y por qué hacen falta estas situaciones conflictivas? La falta de una respuesta despierta conjeturas e interpretaciones de toda clase.

Es que los casos de tensión política entre Moscú y Sofía en relación con la difusión de la escritura eslava y la salvación de los judíos búlgaros se han registrado en el marco de unos 6 meses. De resultar esta periodicidad cierta regularidad, unas tensiones políticas por un acontecimiento histórico cabría esperarlas también en marzo de 2018. Para entonces el presidente de Bulgaria, Rumen Radev, ha cursado al presidente ruso, Vladimir Putin, la invitación de que visite Bulgaria por la conmemoración del 140 aniversario de la liberación de Bulgaria del dominio otomano. Algunos observadores se están preguntando desde ya si de veras Vladimir Putin visitará Bulgaria en marzo de 2018. Para evitar especulaciones, la respuesta a esta incógnita deberá llegar desde el campo de los políticos.

Versión en español por Mijail Mijailov



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