Antaño esta festividad se llamaba por estos lares Voditsi, vocablo derivado de voda, la palabra búlgara por agua, y la tradición dictaba rociar con agua bendita cada hogar para ahuyentar las fuerzas impuras y traer salud a la casa. Cada miembro de la familia se lavaba la cara y las manos con agua fresca, traída adrede de un manantial, o con agua bendita traída de la iglesia. También tenía que beber sin falta un sorbo de ella. Hay que agregar que los cristianos sienten gran veneración por el agua bendita de Epifanía y consideran que es una de las armas más poderosas de lucha contra el Mal. Ese día se llevaban al río, para ser lavados, el icono del altar familiar y el incensario en el que se quemó el incienso durante las festividades precedentes.
Pero antes de ello se practicaba un ritual aún más importante: el lanzamiento de la cruz, una costumbre ancestral que se mantiene hasta hoy en toda Bulgaria y en la que participan jóvenes y viejos: una procesión solemne, formada por todos los miembros de la comunidad respectiva, se dirige al río.
El sacerdote tira la cruz en las aguas para santificarlas y todos quienes tengan valor para hacerlo (recuerden que en estas latitudes estamos en pleno invierno con temperaturas bajo cero, así que ya se imaginan lo que es saltar al agua), todos quienes tengan valor, pues, para hacerlo, se lanzan al agua, compitiendo entre sí para sacar la cruz. Según la creencia, quien logre sacarla a la superficie, gozaría de férrea salud durante todo el año. Y más: si la cruz se congela, el año será próspero y fecundo…
Se rociaba con agua bendita también a los enfermos y, desde luego, a todos quienes tenían su onomástica ese día, o sea, todos los que llevan el nombre de Yordan o Yordanka, o algún nombre derivado o relacionado con el agua, como son, por ejemplo, Rosá (o sea Rocío) o Bistra (es decir agua cristalina), etc.
La tradición búlgara exigía que en la víspera de Epifanía o de Yordanovden, como decimos por aquí, se sirviera la tercera cena incensada. A los manjares sin carne se agregaban las nueces, el trigo crudo y el resto de la vela que había quedado de las dos anteriores cenas incensadas, en Nochebuena y en Nochevieja. Se creía que a la medianoche el cielo se abría, todo se iluminaba y los animales comenzaban a hablar con voz humana. Entonces uno puede desearse cualquier cosa y su deseo se hará realidad si consigue ver cómo se abre el cielo.
Hoy, además del lanzamiento ritual de la cruz al agua, el 6 de enero suele hacerse también la consagración de las banderas militares y de las tropas.
Recopilación por Katia Dimanova
Fotos: BGNES
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