Los delantales tenían un papel importante en la vida de la mujer búlgara –dice Tomá Belev, dueño de una suntuosa colección de delantales que consta ya de 300 piezas– . El delantal de la abuela paterna era la primera prenda en la que se le envolvía a la niña recién nacida; es una especie de costumbre de transmitirle el poder femenino. Hay delantales de soltera y delantales de boda, hay delantales que se usaban un año después del casamiento, otros, hasta el nacimiento del primer retoño, hay delantales de viuda, etc.
Tomá Belev lleva recopilando su colección más de 15 años. Para él es una forma de escapar de la vida cotidiana. Sin embargo, no todos los delantales llaman su atención.
Un delantal tiene que atraparme, tocarme por dentro –explica– . Por muy hermoso que sea, si me deja indiferente es que no tiene ningún atractivo. Me seducen los delantales con una historia que se puede leer en la propia prenda, y en especial los modelos que ya no se dan en el siglo XX. Están en mal estado pero muestran el desarrollo en la indumentaria y la estética, lo cual resulta interesante para mí como coleccionista.
La mujer búlgara confeccionaba sola su ropa. Elegía los materiales, los colores y los elementos, y el delantal era una especie de “tarjeta de presentación”.
No hay delantales feos –afirma, categórico, Tomá Belev– . Cada mujer, guiada por su propio gusto, veía la belleza a su manera. Por el delantal era posible adivinar de qué región de Bulgaria era cualquier mujer casada o moza. Cuanto mayor era una mujer, más opacos se volvían los colores del delantal. Los abalorios, los bordados, las monedas, las borlas, los encajes se usaban para que el delantal fuera más atractivo, en particular en el caso de las jóvenes casaderas.
Además, los delantales representaban un signo de prosperidad. En la colección de Tomá Belev los hay ricamente decorados, hechos de materiales costosos y con hilos metálicos,
así como delantales de mujeres muy pobres: simples y aparentemente ordinarios, pero cada uno está confeccionado con estilo y gusto, tan innatos en la mujer búlgara.
Es muy impresionante un delantal de terciopelo rojo con bordado fino y elegante, típico de la región de Sakar (región montañosa en el sureste de Bulgaria).
Este delantal ha sido usado tanto tiempo que el terciopelo se ha gastado en varios lugares. Eso significa que en la vida de su dueña ha habido muchas ocasiones festivas, comenta Tomá Belev.
Tres de los delantales singulares de la colección lucen la imagen de la abeja, uno de los símbolos más antiguos de la Diosa Madre.
Otras muestras interesantes son los delantales monocromáticos, de color oscuro con guirnaldas de flores, que aparecen en el siglo XIX. Son muy raros los delantales festivos nupciales debido a que a las féminas se les enterraba, por tradición, no con la ropa típica de las mujeres de mayor edad, sino con el atuendo que vestían cuando contraían matrimonio.
Hay, además, algunos delantales que Tomá Belev evita.
Nunca he adquirido para mi colección un delantal de niña, los que tengo son regalados –confiesa– . Éste iba trasmitiéndose en la familia de niña a niña. Cuando veo que se vende un delantal de niña no me apetece comprarlo porque eso significa que en la familia, o bien, no hubo una niña, o bien, que no se le aprecia como algo valioso que hay que preservar y dejar a las generaciones venideras. Eso es algo que me entristece.
Tomá Belev resalta que el sentido de la colección está en transmitir la información, el valor del gusto y la estética que lleva en sí esta pieza de la indumentaria femenina tradicional búlgara.
Es un mundo que ya ha desaparecido, sólo podemos vislumbrarlo en la ropa. No quedan muchos exponentes materiales del gusto de la época. Hay que conservarlos y mostrarlos porque en ellos podemos inspirarnos, concluye Tomá Belev.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Archivo personal
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