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150 años desde la muerte del Apóstol de la Libertad

Vasil Levski: inigualable en la valentía, la personalidad que retó a todo un imperio

“Nuestra querida patria necesita de personas dignas…”

Foto: BGNES

En los años 60 del siglo XIX los búlgaros vivían con la sensación de que el antiguo orden de vida en el marco del Imperio Otomano había terminado irreversiblemente y que había llegado el momento de operarse grandes cambios. Los periódicos difundían noticias de insurrecciones y guerras en los Balcanes y en Europa. El fortalecimiento del movimiento de destacamentos mostraba que había personas estaban listas para sacrificarse en aras de la tan anhelada liberación.

Esta disposición y resolución general de luchar, sobre todo entre los búlgaros jóvenes, despabiladas y de buena formación, daba fundamento para hablar de un movimiento de liberación entre el pueblo búlgaro que deseaba erradicar el dominio otomano y restaurar su Estado soberano. Sin embargo, no existía una unidad entre las distintas ideas, propuestas y empresas que redundara en acciones concretas. Era necesario organizar el espíritu común. En este momento apareció Vasil Ivanov Kunchev que quedó en la historia como Levski, el Apóstol de la Libertad. 

Levski nació el 18 de julio de 1837 en la ciudad de Karlovo, en la familia de Iván y Guina Kunchev. Su padre murió joven. Vasil estudió en la escuela de su ciudad natal y despúes continuó su formación en Stara Zagora. Su tío, el archimandrita Vasiliy, lo envió a estudiar en una escuela para sacerdotes en Plovdiv. En 1858 tomó los hábitos de monje y adoptó el nombre de Ignatiy. En 1861 abandonó la carrera religiosa, quedando sin embargo “un diácono mundano” y se alistó como voluntario en Belgrado, donde Gueorgi Stoykov Rakovski convocó la Primera Legión Búlgara. Durante el ataque de Kalemegdan, el joven Vasil Kunchev mostró gran valentía y agilidad. Un salto que dio hizo que sus compañeros exclamaran “este es un salto de león (lavski, en búlgaro)” de donde proviene el apodo Levski.

Después regresó a Plovdiv. Pasó un bereve periodo en la cárcel y luego trabajó como profesor en distintas aldeas. En 1866 emigró en Valaquia, la actual Rumanía. Recorrió Bulgaria como abanderado del destacamento de Panayot Hitov que tras 99 días de combates se abrió camino hacia Serbia. Allí pasó el curso de suboficiales de la Segunda Legión Búlgara y después de una grave enfermedad de nuevo regresó a Valaquia.

Durante sus viajes Levski conoció a muchas personas, estaba al tanto de sus ánimos, disputaba y poco a poco fue gestándose su idea de cómo servir a la patria. Su deseo era que los búlgaros lograran la libertad con sus propias fuerzas, sin ayuda externa, mediante un levantamiento general preparado por una red de comités. Así Levski emprendió el camino de  apóstol entre el pueblo búlgaro, predicando una nueva fe, en la cual él creía firmemente: la Bulgaria Libre.

De 1869 a 1872, mientras recorría las tierras búlgaras, poco a poco creó la red de la Organización Revolucionaria Interna. En los comités revolucionarios en las distintas ciudades y aldeas atraía a los búlgaros más inteligentes, valientes y fieles a la causa.

Alrededor de 1870 Levski creó un comité de este tipo en la ciudad de Zlatitsa, en la Cordillera de los Balcanes. Su asilo allí era un métoque local, propiedad del monasterio San Jorge. En aquel entonces la ciudad era centro del qadaa, con una población de 5.000 personas, de las cuales los musulmanes eran 4.500 y los cristianos apenas 500. “Los turcos no esperaban que en un lugar como éste podría ser fundado un comité revolucionario”, cuenta Iván Ivanov, doctor de ciencias históricas, y nos lleva al métoque de Zlatitsa que guarda para siempre el recuerdo de Vasil Levski. 

“En el archivo histórico encontramos documentos que indican que el edificio fue construido en 1834. Mientras investigaba este antiguo sitio, que entonces estaba en un estado deplorable, di con un hecho muy curioso. La habitación más extensa, que da a la calle, tiene dos entradas: una que da al patio y otra que da a la calle. Allí se elaboraban las velas. Lo interesante era que descendiendo al sótano del edifico uno da con tres peldaños de piedra. 

Cuando uno sube al primer piso se da cuenta de que estos peldaños conducen al fogón, es decir, en la sala donde se elaboraban las velas, existía una salida secreta que conducía al sótano y de allí, a través de unas pequeñas ventanas Levski tenía la posibilidad de escapar si lo buscaban en el métoque. Este edifico guarda la memoria del Diácono y cada año, cuando llega el momento de rendir homenaje al gran búlgaro, los vecinos de Zlatitsa organizan una gran procesión con antorchas, que no ha sido interrumpida nunca a través de los años. Cada año alumnos, niños y adultos, llevando antorchas por la noche depositan ofrendas florales al pie del métoque para conservar el recuerdo de Levski para las generaciones vendieras”. 

Cuando creó una red de decenas de comités, el nombre de Levski comenzó a susurrarse y cobró fama entre sus compatriotas por su agilidad y habilidad de escapar de las trampas de las autoridades que le buscaban por todas partes. Lo más importante de todo eran las ideas del Apóstol y su actividad marca una cumbre en el movimiento búlgaro de liberación nacional.

Nunca se desvió de su meta que era organizar un levantamiento de los búlgaros para llevar a cabo una revolución armada, encabezada por los comités revolucionarios. Levski creía que la revolución cosecharía éxito solo si en sus filas participaban los búlgaros más interesados de su triunfo.

Las visiones del Apóstol iban más lejos: en el liberado Estado búlgaro, Levski preveía la creación de una república pura y sagrada, donde reinaran la justicia y la igualdad entre todas las naciones. Sin embargo, cuando estalló el Levantamiento de Abril, Levski ya había muerto. En 1872 fue capturado, condenado a muerte y ahorcado el 18 de febrero en Sofía. 

El proceso judicial contra Levski está envuelto en misterio. Ni la prensa turca ni la extranjera dieron cobertura al juicio. El mundo desconoce el drama en el konak de Sofía, donde un búlgaro triunfó contra el poder de todo un imperio con su voluntad y fe en la fuerza de su pueblo. Sigue siendo un enigma asimismo donde está la tumba de Levski en Sofía. Hay muchas versiones y suposiciones sobre la ubicación de los restos mortales de este gran búlgaro, pero nadie puede dar una prueba incuestionable donde debe ser erigido un monumento en honor al Apóstol de la Libertad. 

Lo más importante es que Levski sigue vivo a través de su legado en la conciencia de los búlgaros. 150 años después de su muerte sus palabras  resuenan con gran acierto:

“Nuestra patria necesita de personas dignas que la lleven por el camino del bienestar para que seamos iguales al resto de los pueblos europeos”


Esta publicación ha sido realizada en el marco de un proyecto llevado a cabo con el apoyo financiero del Ministerio de Cultura, como parte del Programa Nacional de Conmemoración del 150 aniversario de la muerte de Vasil Levski.

Versión al español de Hristina Táseva

Fotos: BGNES, zlatitsa.com, YouTube@AlexanderSeniorMitov


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