Pese a haber pasado apenas tres meses desde el comienzo de 2018, la gente ya va sopesando ideas de cómo podría pasar unas vacaciones estivales ideales. Algunas personas se decantan por descansar en casa, otras eligen viajar por la geografía nacional. Otras más se suben al primer avión que vuele a alguna capital europea o mundial, embarcándose en un periplo de final inesperado.
A continuación conoceremos a dos personas que nunca han concebido los viajes como una obligación, sino los han sentido como una pasión que han acabado en transformar en su forma de vida. Desde el año 2011 hasta la fecha han visitado 67 países de los que se han llevado un sinfín de recuerdos que un día contarán a sus hijos. Bistra Yákimova y su esposo, el macedonio Nace Sapunjiev dicen a continuación si es posible llevar una vida colmada de aventuras e instantes inolvidables y cómo se consigue esto:
Uno tiene que tener bien claro que es lo que pretende al decidir viajar mucho para descubrir a países y a gente nuevos. El viaje se transforma en una prioridad en la que uno invierte todos sus recursos pecuniarios y todo su tiempo y, ya está. No hay que ser un millonario para poder correr mundo, sino que hay que buscar más bien formas para conseguir el máximo según las capacidades disponibles de uno. Al comienzo, cuando nos conocimos sólo hacíamos viajes durante las vacaciones. Éramos los dos funcionarios corporativos y nos desempeñábamos en el sector de las Tecnologías de la Información. Con el paso del tiempo las cosas fueron cambiando ya que en un momento determinado nos dimos cuenta de que no habría que viajar únicamente para descansar sino que tendríamos que combinar las vacaciones con un trabajo. Procuramos llevar un tren de vida que nos permita trabajar con total libertad mientras viajamos.
En los ya ocho años desde que comenzaron a viajar y tras las innumerables vivencias, los dos viajeros confiesan que, aparte de Bulgaria, si hubiera otro país al que volver y asentarse, éste sería Nueva Zelanda. Los nativos, la naturaleza increíble y la variedad cultural han contribuido a que los dos se hayan sentido como en su casa en el lejano país insular del Pacífico.
Viajar hasta allá les costó 30 horas pero están agradecidos por cada segundo de su estancia de cuatro semanas en Nueva Zelanda, lejos de todo lo habitual. Fue precisamente en ese país donde se gestó también la idea de que Bistra narrara una parte de sus periplos en un libro, titulado “La magia del viaje: sigue a los nativos”.
Lo integran 14 historias que llevan al lector al lejano Japón, a la república Dominicana, a la isla de Bali, a Brasil, entre otros destinos remarcables ante los cuales ningún viajero quedará impasible. A diferencia de la imaginación y el espíritu aventurero de Bistra, que son interminables, el libro sí tiene su fin y así una buena parte de las historias que la obra no ha podido recoger se han hecho públicas en el blog de los dos trotamundos. En este sitio uno, además de asomarse al enésimo rincón paradisíaco de la Tierra, podrá acceder a información de utilidad relativa a algunos lugares para el alojamiento que vale la pena visitar. Pese a que las más de las veces el hotel es el lugar en que uno sólo deja su equipaje y vuelve para pernoctar, también hay hoteles capaces de deparar sorpresas. Tal es, por ejemplo, el hotel salado, situado en el mayor desierto de sal del mundo, el Salar de Uyuni, en el sur de Bolivia. Po bien el barco encallado transformado por su capitán en un hotel que “ha atracado” en la ciudad rumana de Sibiu.
De momento los dos incansables viajeros tienen planeados para 2018 sólo dos viajes. En abril visitarán las Seychelles y, en junio, el sur de España. Los dos también hacen viajes en Bulgaria .Suele suceder los fines de semana o en períodos en que no pueden ausentarse largamente de sus puestos de trabajo. Sus viajes más recientes los han hecho a Plovdiv ciudad que les atrae por el ambiente artístico de la villa, y al centro de montaña de Pamporovo y el balneario Sapareva Bania.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Archivo personal
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