Hay un proverbio tracio que dice: "El hombre no conoce el camino al cielo, pero el caballo sí". Por eso, a los reyes tracios, tras su muerte, se les enviaba al más allá junto con sus caballos. Debido a los numerosos túmulos funerarios de gobernantes de la época helenística, la zona situada entre las ciudades búlgaras de Kazanlak y Shipka recibe el nombre de Valle de los Reyes Tracios. Estos grandes descubrimientos arqueológicos comenzaron hace 80 años.
El 19 de abril de 1944, mientras unos soldados cavaban trincheras en la altura de Tyulbeto, sobre Kazanlak (Bulgaria Central), se toparon con un muro. Tras mover una enorme piedra, se adentraron en un oscuro agujero donde, a la luz de los periódicos encendidos con que iluminaban el espacio, se revelaron para su gran asombro los frescos de una tumba tracia. El director del museo local, el escritor y artista Dimitar Chorbadzhiyski - Chudomir, informó inmediatamente en Sofía del importante descubrimiento. Las investigaciones y la conservación de los hallazgos continuaron hasta la década de 1970. Para preservar el original, fue construida una copia fiel al valioso monumento. En 1979, la Tumba de Kazanlak se convirtió en el primer lugar búlgaro inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial protegida por la UNESCO.
La tumba fue saqueada en la antigüedad, pero entre el polvo del suelo fueron encontradas partes de joyas, costuras de oro y elementos dorados de lo que fueron suntuosas prendas de vestir. Y, fuera del túmulo, en un altar había una jarra de plata. En la antecámara (dromos) fueron hallados los restos de un caballo que al parecer fue enterrado con el rey tracio para que le sirviera en su otra vida, en el más allá. En la cámara redonda yacían un hombre y una mujer. El hombre enterrado era un guerrero e iba armado con una lanza y una espada curva corta tracia: la májaira.
Lo más impresionante de la última morada de esta pareja real enterrada son los expresivos frescos en los muros. En el estrecho dromos, a la altura de los ojos, bajo la bóveda inclinada, se ven recreadas dinámicas escenas de batalla que representan las hazañas durante el viaje terrenal del soberano odrio. Estas escenas nos llevan a los frescos centrales que se encuentran bajo la cúpula de la cámara funeraria.
Si nos paramos en medio de ese pequeño espacio en forma de colmena, y giramos la cabeza, ante nuestros ojos cobrarán vida - como si de una película se tratara - los últimos momentos de la ceremonia funeraria. En el centro se ve la imagen del rey difunto, con una corona de laurel dorado en la cabeza, y pintado en un tono oscuro para destacar que ya está muerto. Está sentado ante una mesa repleta de manjares. En su mano derecha sostiene una vasija de vino, y su mano izquierda está entrelazada con la mano de su esposa, sentada enfrente. Queda claro que la muerte no les separará. El hombre ha fijado la mirada en el rostro de su mujer, de aspecto digno, vestida en un ostentoso traje . Ella, pensativa, ha bajado la cabeza y en su mirada leemos la pregunta: ¿qué es lo que nos espera tras la muerte? Ella debía de ser la esposa favorita del rey - la que estaría destinada a acompañarle al más allá.
La última cena de la pareja transmite tensión. Las criadas amplifican el misterio. Una obsequia al difunto con granadas como símbolo de inmortalidad. Otras le entregan a la reina los objetos que le servirán en la eternidad. En la siguiente escena, parte la procesión: unas mujeres trompetistas anuncian la despedida. Un hombre lleva una pequeña caja azul. Los jinetes agarran las riendas de los sementales favoritos del soberano. Los animales intuyen que pronto serán sacrificados. Los más nerviosos son los caballos enjaezados a la cuadriga. El auriga, con su cabello ondulante, los sujeta a duras penas. Ha llegado el momento...
Levantamos la mirada hacia la piedra que cubre el tolos o bóveda de la cúpula. Por encima de toda aquella conmoción, vemos tres carrozas volando en círculo. Son los juegos funerarios, carreras de carrozas en memoria de los difuntos. La vida y la muerte se vuelven uno, en un gran remolino. Y así es como unos seres humanos de 23 siglos atrás, "vuelven a la vida" ante nuestros ojos y nuestros sentidos.
Las interpretaciones de estas imágenes varían mucho. Para algunos, bajo la cúpula está pintado un banquete funerario helenístico. Según otros investigadores, en estos personajes y en las escenas representadas, debe buscarse el simbolismo órfico, que habla de la inmortalización del alma del rey tracio, enterrado y divinizado.
A principios del nuevo siglo, el docente Konstantin Boshnakov, mediante un análisis fotográfico, descubrió que los frescos de la tumba tracia estaban firmados por su autor. El artista era Kodzimasis o Kozimasis quien en su juventud pintó también otra tumba tracia: la Tumba de Alexandrov. Allí, las escenas de caza son mucho más primitivas en cuanto a composición y pintura, por lo que es evidente que el artista evolucionó en las décadas siguientes. Boshnakov también descubrió la inscripción del nombre del que fue enterrado en la tumba de Kazanlak - era Roigos o Raizdos, hijo de Seutes, todos ellos reyes del reino odrisio.
En la zona de Kazanlak hay unas 1500 tumbas tracias. Es por eso que llaman al campo de Kazanlak el Valle de los Reyes Tracios. Hasta el momento, han sido estudiados unos 200 túmulos y 15 tumbas. Pero, ¿por qué los odrisios decidieron enterrar precisamente aquí a sus antepasados? Puede que encontremos la respuesta a este misterio puede en el famoso megalito cerca de Buzovgrad, cerca de Kazanlak, o en la ciudad ya sumergida del rey Seutes: Seuópolis. El Valle de los Reyes Tracios sigue ofreciendo mucho por descubrir…
Autor: Ivo Ivanov
Versión en español: Alena Markova
Fotos: Ivo Ivanov
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